jueves, 16 de julio de 2015

El extraño cambio de mi madre.- Microcuento


Mi madre siempre estaba deprimida. Era irritable, gruñona, amargada, y no paraba de perder peso.


…Un buen día, todo cambió. La situación era la misma pero, por algún motivo, ella era diferente.

"Cariño —dijo mi padre—, llevo tres meses buscando trabajo y no he encontrado nada, voy a tomarme unas cervezas con los amigos."

—Está bien —contestó mi madre—, ya encontrarás algo.

"Mamá —dijo mi hermano—, he suspendido todas las asignaturas en la facultad."

-Está bien —respondió mi madre—, ya las recuperarás. Y si no, pues repites el semestre… pero te lo pagas tú.

"Mamá — dijo mi hermana—, le he dado un golpe al automóvil."

—Está bien —suspiró mi madre—, llévalo al taller, busca como pagar el arreglo y, mientras tanto, muévete en transporte público.

"Nuera —llegó diciendo su suegra, que siempre la estaba desafiando—, vengo a pasar unos meses con vosotros."

—Está bien —dijo mi madre—, acomódese en el sillón y busque un hueco en el armario.

Todos nos reunimos, preocupados al ver esta extraña actitud de mi madre. Llegamos a sospechar que quizás el médico le hubiese recetado algún nuevo medicamento y se hubiese excedido en la dosis. Decidimos hablar con ella para evitar males mayores.

…Esto fue lo que nos dijo:

—Desde hace  tiempo me he dado cuenta de que cada uno es responsable de su vida. Por fin he descubierto que mi angustia, mi mortificación, mi depresión, mi enojo, mi insomnio y mi estrés, no sólo no resolvían vuestros problemas, sino que agravaban los míos.

Yo no soy responsable de las acciones de los demás, pero sí soy responsable de mis reacciones ante lo que otros hacen o dejan de hacer.

Por lo tanto, he llegado a la conclusión de que mi deber para conmigo misma es mantener la calma y dejar que cada uno resuelva lo que le corresponde. He realizado diferentes cursos y talleres de crecimiento personal y he descubierto un común denominador: que yo sólo tengo derecho a decidir sobre mi vida, y la obligación de respetar la vida de los demás. Vosotros ya tenéis todos los recursos necesarios para resolver vuestros problemas.

Sólo puedo daros mi consejo si me lo pedís, pero de vosotros depende seguirlo o no. Así que de hoy en adelante, dejo de ser el soporte de vuestras responsabilidades, el costal de vuestras culpas, la lavandera de vuestros remordimientos, la abogada de vuestras faltas o la depositaria vuestros deberes.

Os declaro a todos adultos independientes y autosuficientes.

Nos quedamos mudos.

Desde entonces, mamá no ha dejado de mejorar. Se ha convertido en una mujer alegre, amable, sincera y rebosante de salud. A los demás nos ha costado adaptarnos al cambio pero, con el paso del tiempo, estamos descubriendo esa independencia y autosuficiencia de la que hablaba mi madre.

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