sábado, 27 de agosto de 2016

La mala costumbre



La mayoría de nosotros vive pensando que esto será eterno. Que somos inmortales y que las desgracias solo le pasan al de al lado. 
Y es que…

Tenemos la mala costumbre de dejar para luego, de reír poco y de querer hacerlo mañana. Tenemos la mala costumbre de echar de menos, en lugar de hacerlo de más. La mala costumbre de usar los luegos y no los ahoras. Luego te llamo, luego te escribo, luego te contesto, luego nos vemos. Y obviamente nunca llamó, nunca escribió, nunca contestó y nunca fue visto. Tenemos la mala costumbre de querer tarde. De valorar tarde. De pedir perdón demasiado pronto. Debería haber un número máximo de perdones. Perdonar nos hace grandes, de acuerdo, pero cuando tienes que perdonar todos los días, al final un lo siento se convierte en el comodín de cualquier pretexto injustificado, innecesario e inmerecido. Tenemos la mala costumbre de defender al malo y descuidar al bueno. De contar mentiras tra la rá y de tener que hacer un máster para descubrir verdades. Mantenemos en nuestra vida “amigos” porque sí y llenamos nuestras agendas de compromisos a los que realmente no queremos ir. Tenemos la mala costumbre de sentirnos mal por decir no y de creernos mejores por decir si.

Tenemos la mala costumbre de esperar a un cáncer, a una mala noticia o a una llamada de que alguien querido se nos fue, para tomar las riendas de nuestra vida y empezar a apreciar cada puesta de sol, cada mañana que te levantas de la cama y cada luna que abrazas en tu almohada. Tenemos la mala costumbre de usar el descuido a diario, olvidando que los pequeños detalles importan, que los pequeños detalles construyen grandes caminos y que cada lunes, puede ser el mejor día de la semana. Tenemos la mala costumbre de quejarnos por todo, de culpar siempre al otro porque claro, tú eres un ser perfecto y nunca, nunca, haces nada. Siempre es la parte contraria. Decimos muy pocos te quieros y hacerlo por primera vez es como “buf que va, no vaya a ser que se asuste”. ¿Asustarse de qué? ¿Cómo una persona puede asustarse porque alguien le quiera?.

Asústate si algún día te vas a la cama sin sentir que quieres a otra persona.
Asústate el día que te vayas a dormir sin decirle a esa persona lo importante que es para ti.
Asústate cuando no le des besos a tu madre y a tu padre.
Asústate cuando seas incapaz de abrazar a alguien y sentir esa sensación tan extraordinaria que producen los abrazos.
Asústate cuando las defensas de tu cuerpo se hayan vuelto inmunes al dolor ajeno.
Y cuando veas una injusticia y no hagas absolutamente nada para remediarlo.
Asústate cuando pases un solo día sin ayudar a alguien.

Asústate de verdad, porque créeme. Estás muerto.

Y es que…

Tenemos la mala costumbre de trabajar demasiado, de cargar con una mochila llena de cosas innecesarias y de comer más de lo que nuestro cuerpo necesita. Tenemos la mala costumbre de creernos mejores que los demás, de bailar poco, fumar mucho y respirar a medias. Tenemos la mala costumbre de ir caminando por las calles de nuestra ciudad mirando al suelo, o a nuestro teléfono móvil. ¿Alguna vez te has dado cuenta de lo bonitos que son los edificios de esas calles por las que pasas a diario? Por no hablar de la luz de las estrellas.

Tenemos la mala costumbre de empezar el gimnasio la semana que viene. De cuidarnos cuando ya es demasiado tarde y de tomar vitaminas cuando estamos enfermos. Tenemos la mala costumbre de creer que el pelo de aquella es mejor que el nuestro. Que su suerte es nuestra desdicha y de compararnos como si fuésemos presa de alguien que busca en comparadores de Internet. Tenemos la mala costumbre de medirnos por nuestros estudios o por nuestra altura. De confundir la belleza con la delgadez y de creernos que no somos capaces de conseguirlo, porque alguien una vez así, nos lo hizo creer. Y no fue nadie más que tú mismo.

Tenemos la mala costumbre de apuntarnos a clases de idiomas, cuando ni siquiera dominamos el nuestro. De querer conocer mundo y viajar lo más lejos posible cuando aún, nos quedan lugares maravillosos por descubrir en nuestra propia tierra.Tenemos la mala costumbre de escuchar poco y hablar demasiado. De dar consejos y juicios de valor sin ser conscientes del poder que pueden llegar a tener nuestras palabras. Dejamos demasiado pronto y tenemos muy poca paciencia. Wasapeamos mucho, dormimos demasiado.

Nos pasamos media vida o vida entera, soñando esa vida perfecta que nos gustaría tener. Cuando somos ajenos a que realmente la vida perfecta es ahora. Es cada momento, cada instante de los segundos que marca el reloj de tus días. Es cada oportunidad, cada sonrisa, cada beso y cada vez que te enamoras. ¡ENAMORÉMONOS TODOS LOS DÍAS DE NUESTRA VIDA! 

Empieza a acostumbrarte a esta vida que a veces es dura. Terriblemente dura. Pero no te lamentes ni te vayas nunca a la cama habiendo hecho daño alguien. Habiendo dejado para luego esos ahoras que nunca llegaron. No habiendo cumplido ese sueño que tanto querías, no habiendo hecho unos kilómetros de más ese día porque tu cuerpo estaba cansado. No permitas que alguien fallezca para luego recordarlo y decirle mirando su foto, cuánto le querías. No dejes que la rutina o la sensación de eternidad descuide lo verdaderamente importante de tu vida.

En definitiva, no dejes que la mala costumbre sea la invitada de honor en los días que te quedan por vivir a partir de hoy.
Quiere ahora, no mañana.
(Fuente: El rincón de Floricienta)

martes, 23 de agosto de 2016

Compatia. La solución para enfrentarse a personas enojadas



Se trata de una palabra que no aparece en el diccionario y que fue acuñada en su momento por uno de las mayores especialistas que existen sobre la resiliencia. Se trata del educador Al Siebert.

Qué es la compatía? ¿Cuál es la finalidad de la compatía?

La compatía es el resultado de unir estas dos palabras: compasión y empatía.

Al Siebert decidió crear este término para dar respuesta a situaciones en las que como persona requieres de una fortaleza emocional significativa y una inteligencia emocional considerable para escuchar y comprender a las personas que están enojadas o molestas contigo.

Por tanto, la compatía tiene como finalidad poder resolver aquellos conflictos que te suceden con personas que están enfadadas contigo por alguna razón. La compatía puede serte de gran utilidad porque, proyectándola hacia esas personas que están enojadas contigo, serás capaz de comprenderlas mejor, tendrás mayor capacidad de resolución y sabrás qué decir y cómo decirlo para que la situación de enojo pueda revertirse en una situación de calma y diálogo.

¿Qué expresiones debes evitar cuando una persona está enojada o enfadada contigo?

Cuando tengas ante ti a una persona muy enojada por algún motivo, evita iniciar la conversación con las expresiones:
Tranquilo
Cálmate
Ponte tranquilo
No te pongas nervioso
Relájate

Cuando dices estas expresiones nunca estás creando opciones. Ahora quiero que te pongas en el lado de la persona enfadada y quiero que te hagas la siguiente pregunta: ¿Cuántas veces estando enojado te has calmado oyendo decir al otro que te pongas tranquilo? A mí no me ha pasado nunca.

Si le decimos a alguien que se calme, lo que pasa es que en muchas ocasiones se pone más nervioso. Y se pone más nervioso porque la respuesta que le damos no es empática, porque carece de compasión, porque es incapaz de generar opciones y mucho menos soluciones. Es más, en algunas ocasiones puede empeorar el estado de ánimo de la persona enojada.

Es por ello que, en lugar de pedirle a la persona enojada que se calme, lo que debes hacer es practicar la compasión y la empatía a la vez mediante lo que Al Siebert denomina la compatía. ¿Cómo? Déjame que te dé algunas pautas de cómo debes hacerlo.

Consejos para resolver conflictos con personas enojadas mediante la compatía.

Cuando tengas delante de ti a una persona muy molesta o enfadada contigo puedes llevar a cabo estos sencillos pasos que promueven la compatía hacia el otro:

1. Empieza preguntando a la persona enojada qué les molesta. Fíjate que, si le preguntas a la persona enojada qué le molesta, lo que estás haciendo es generar opciones en lugar de pedirle que se calme.

2. Escucha atentamente lo que te dice la persona enojada. Es muy importante que en el momento en el que la persona te cuenta lo que le pasa, escuches atentamente a dicha persona. Deja de hacer lo que estabas haciendo, mírale a la cara y mientras te está hablando asiente con la cabeza en señal de demostración de que lo que te está contando te importa.

3. Clarifica la respuesta de la persona enojada con una o dos preguntas. Una vez te haya contado el porqué de su enojo contigo es muy importante que formules a la persona enojada una o dos preguntas que ayuden a aclarar al máximo lo que te ha contado. Es importante que esas preguntas sean lo más concisas posible, y no olvides que deben ser preguntas abiertas para generar más opciones a la persona enojada.

4. Repite lo más fielmente posible lo que te diga la persona ofendida. Es muy importante que la persona ofendida hable y luego escuche por boca tuya aquello que te ha contado. A la persona enojada le ayuda muchísimo escucharse a sí misma por boca de otra persona, porque la percepción de lo que dices y lo que escuchas sobre lo que dices puede ayudar a clarificar y ordenar el pensamiento de la persona.

5. Concede mucho valor al sentimiento que tiene contigo la persona enojada. Es muy importante que expreses comprensión por lo que te ha contado. Pero, cuidado. En este momento no debes ser simpático, sino empático. Esta diferencia en este momento del conflicto determinará muy probablemente su resolución. 

6. Agradece a la persona enojada que haya tenido la valentía de decirte lo que te tenía que decirte a ti en lugar de hacerlo con otros y a tu espalda. Una persona enojada nunca espera que en la conversación para la resolución del conflicto la otra persona le dé algún tipo de agradecimiento. Es un arma tremendamente efectiva y que ayuda a la persona enojada a ir cambiando su visión y estado de ánimo acerca del conflicto.

7. Añade alguna observación que dé riqueza a los argumentos de la persona enojada. Ahora es cuando llega el momento de generar opciones que acerquen posiciones entre tú y la persona enojada.

8. Pregunta a la persona enojada qué es lo que quiere. Esto le permitirá a esa persona verbalizar un objetivo concreto que al decirlo de palabra también será compartido contigo. Es muy difícil que un conflicto se resuelva sin saber cómo se quiere resolver y sin que uno de los dos lo sepa. Compartiendo un objetivo común daréis el primer paso para una posible solución al conflicto que ha causado el enojo.

9. Transforma el objetivo, es decir, transforma lo que quiere o lo que pide la persona enojada contigo en posibles soluciones. Esta es la última fase. Una fase en la que la unidireccionalidad de la persona enojada contigo se transforma en diálogo. Un diálogo que ambas partes deben entender que es la única manera de llegar a posibles soluciones. Es muy importante hacerle ver a la persona enojada que no estáis discutiendo en paralelo, sino que estáis discutiendo posibles soluciones a través del diálogo y de forma bidireccional.

¿Qué efecto tiene la compatía en las personas?

No hay nada más efectivo cuando te enfrentas a una persona enojada que dicha persona perciba que la estás escuchando. En muchas ocasiones en lugar de escuchar se tiende a mirar para el otro lado o pensar en una réplica contundente. Si no escuchas o piensas en cómo defenderte del enojo, difícilmente conseguirás crear opciones frente a la persona enojada.

Soy consciente de que mostrar compatía frente a una persona enojada no es fácil, pero es un indicador realmente valioso de tu capacidad de resistencia frente a las adversidades, de tu nivel de resiliencia frente a un conflicto.

Ten por seguro que, si demuestras la compatía frente a una persona enojada, dicha persona no tardará mucho en darse cuenta de su comportamiento y te pedirá perdón por haberse enojado contigo. De lo que se trata de aprender a ponerte en el lugar de la persona enojada cuando está enojada para establecer opciones y buscar soluciones a través del diálogo.

Además, si sigues estos pasos, lo que harás también es enseñarle el camino a la persona enojada de cómo debe afrontar dicha persona el enojo de otra persona.

Quisiera acabar con la siguiente reflexión: nunca podrás evitar que las personas se enojen contigo sin entrar a valorar si tienen o no tienen razón. Si ves el enojo de una persona como un ataque en lugar de una oportunidad, difícilmente serás capaz de escuchar a la persona enojada y, sin escucharla, difícilmente sabrás por qué está enojada. Por tanto, en lugar de defenderte de dicha persona, escúchale atentamente y genera opciones que permitan la resolución del conflicto.
(Fuente: Santiago Moll)

lunes, 15 de agosto de 2016

La clave de la felicidad no es una ecuación compleja


No estamos programados para ser felices, sino para buscar constantemente la felicidad. Hasta tenemos un neurotransmisor que nos impulsa a ello. La dopamina, que nace en una de las partes más primitivas del cerebro y, a través del sistema de recompensa, fluye hasta el lóbulo frontal, una estructura más evolucionada que nos permite dirigir nuestra conducta hacia un fin.
Esta región del cerebro humano, la más lenta en madurar y la primera en deteriorarse en la vejez, es una especie de máquina del tiempo que nos hace posible rememorar el pasado y vivir el futuro antes de que suceda. A modo de simulador nos ayuda a anticipar sucesos. Y en esa anticipación reside precisamente gran parte de nuestra felicidad... o desdicha.
El problema es que «nuestro cerebro nos da en muchas ocasiones datos erróneos de lo que nos hará o no felices. Cometemos el error de pensar que lo bueno será muy bueno y lo malo, muy malo», como explicaba el psicólogo de la Universidad de Harvard Dan Gilbert, experto en felicidad. Avalado por sus publicaciones en revistas del prestigio de «Science», su best seller «Tropezar con la felicidad» y una de sus charlas en TED, con más de 12 millones de visitas.
Gilbert no se muestra partidario de las recetas: «Mucha gente dice saber lo que hay que hacer para ser feliz y generalmente se equivocan. Hay que ser muy escéptico y cuestionar los consejos para encontrar la felicidad». Él prefiere basarse en datos científicos. Son las estadísticas las que tienen la clave de lo que hace feliz a la mayoría de las personas. Y también las que desmienten en parte lo que las madres suelen aconsejar a sus hijos como receta: encontrar un buen trabajo que dé para vivir bien, casarse y tener hijos. Y es que, dice Gilbert, las madres son muy sabias, pero también se equivocan.
Vivir en pareja
Así que, estadística en mano, pasó revista a estos tres consejos. Las personas casadas son más felices que las solteras o que las parejas de hecho, en eso las madres no se equivocan. Y también viven más. El matrimonio es una buena inversión en todas las culturas, sobre todo para los hombres, resalta Gilbert.
Aunque divorciarse cuando las cosas no van bien también aumenta la felicidad, en especial la de los hombres, que se sienten mejor de inmediato. Las mujeres tardan de media un par de años en volver a ser felices. Los números reflejan que los hijos suponen una exigencia que disminuye la felicidad, en especial de las madres, mientras son pequeños. El pico de infelicidad parental se sitúa entre los 45 y 55 años, cuando la carga de obligaciones es máxima. 
Ayudar a los demás
En cuanto al dinero, aumenta la felicidad en gran medida cuando los ingresos anuales se incrementan hasta 60.000 euros. Por encima de esta cantidad, el dinero ya no está tan relacionado con el nivel de felicidad. Aunque puede aumentar si lo utilizamos en agasajar a los demás. De lo que se deduce que con la crisis actual, la lotería haría sentirse más felices a un buen número de personas. Sin embargo, dejar de trabajar, como sugiere un conocido anuncio, no sería buena idea. Según explica Gilbert, descansar es una de las cosas que menos felices nos hacen, puntuando igual de bajo que trabajar. Sí nos hace sentir mejor practicar actividades placenteras. A la cabeza, el sexo, seguido del ejercicio físico.
Y es que, señala este psicólogo, «la felicidad no se alcanza haciendo cosas exóticas, sino con recetas sencillas, como pasar más tiempo con la familia y los amigos. Somos los animales más sociales del planeta y por eso quienes dedican más tiempo a las relaciones sociales y tienen más amigos son más felices», explica Gilbert.

Superar las dificultades
Gran parte de nuestra infelicidad surge de nuestro interior. Y cita a Shakespeare: «No hay nada bueno ni malo, es el pensamiento humano el que lo hace parecer así». Y es que nuestra especie tiene una estructura evolutivamente reciente, la corteza pre-frontal, que funciona como «un simulador que nos permite imaginar y anticipar cómo serán nuestras experiencias antes de vivirlas. Es algo parecido al simulador de vuelo donde se entrenan los pilotos».
Planificar acciones y tomar decisiones en virtud de experiencias simuladas mentalmente es, a priori, una gran ventaja. Sin embargo, puede convertirse también en la principal causa de que nuestra búsqueda de la felicidad sea errónea: «Esta parte del cerebro suele calcular bastante mal el grado de felicidad o de infelicidad que nos causarán las experiencias futuras. Somos muy malos predictores de la felicidad», resalta.
Acompaña su explicación con ejemplos de personas muy conocidas en Estados Unidos que dicen  sentirse felices pese a circunstancias muy adversas. Como Moreese Bickham, un hombre afroamericano que pasó 37 años encarcelado de forma injusta, parte ellos en el corredor de la muerte totalmente aislado. Su caso fue revisado y gracias a la presión popular fue puesto en libertad a los 79 años. Al salir dijo a los periodistas no lamentar ni un minuto del tiempo pasado entre rejas, que calificó de «experiencia gloriosa».«No hay duda de que la forma de pensar sobre lo que nos ocurre es determinante para alcanzar la felicidad», aclara Gilbert.
Es cierto que no podemos cambiar lo ocurrido, pero sí lo que pensamos sobre ello. En caso contrario la «disonancia cognitiva» nos hará sentir infelices. Aunque el término suene raro, el concepto es tan antiguo que Esopo lo recogió en una de sus fábulas: la de la zorra y las uvas. Muy sabiamente, la raposa, al ver que no tenía forma de cogerlas de la parra, decidió que no merecían la pena porque no estaban maduras. Este cambio de perspectiva es natural para algunos, a otros les cuesta más. «La habilidad de cambiar la forma de pensar es la piedra angular de la psicoterapia», advierte Gilbert.
Pese a todo, nuestra capacidad para recuperarnos de las peores adversidades es asombrosa. El secreto está en nuestro «sistema inmune psicológico», que nos permite superar las adversidades, de la misma forma que el sistema inmune «físico» se enfrenta a las infecciones. «Un 75 por ciento de las personas se recuperan de los peores traumas y vuelven a ser felices al cabo de dos años. Infravaloramos nuestra capacidad de resiliencia».
Tener una mente abierta es fundamental. Las experiencias nuevas ejercitan el cerebro y nos hacen felices. A veces es tan sencillo como planificar un viaje, una de las cosas que más placer nos produce. Y es que la felicidad, como adelantaba una de las asistentes a la conferencia, se trabaja día a día. « Intentar ser más feliz es como bajar de peso. Consiste en comer menos y hacer más ejercicio. No hay dietas milagro. Con la felicidad pasa lo mismo. Hay unas pocas cosas que se pueden hacer a diario y el nivel medio de felicidad irá subiendo», asegura.
(Fuente: Pilar Quijada)