El estrés puede ser positivo (eustrés) o negativo (distrés). El eustrés lanza toda una serie de hormonas a nuestro torrente sanguíneo que mantienen nuestro interés, nos dan sensación de vitalidad, nos invitan a explorar, nos ayudan a enfocarnos, nos dan sensación de confianza, en definitiva, ponen nuestro motor a máximo rendimiento. Pero nuestro cuerpo no puede mantenerse a ese ritmo indefinidamente. Como máximo, al de 90 minutos debemos recuperarnos para que no se dispare el distrés, que hace que nos irritemos, nos sintamos agotados, perdamos concentración y memoria y la confianza se sustituya por miedo y desconfianza. Nos sumergimos en una especie de completa oscuridad mental. Según el Dr. Alonso Puig hay cuatro grandes orígenes del distrés: 1) incapacidad de decir no sin sentirnos culpables; 2) no tener claras nuestras prioridades; 3) la falta de coraje para dar la cara por nuestros valores; y 4) la dificultad para hablar con honestidad de nuestros sentimientos y el esperar a que se dé el momento oportuno, que nunca llega.
Como señala el Dr.Alonso Puig hay experimentos que demuestran, y es importante tomar nota, que cuando uno se siente capaz de responder a un desafío el organismo empieza a producir neuropéptidos que son unos potentes analgésicos a la vez que ayudan a anular el distrés. Por eso, es importante tener en cuenta que cuanto más distresada esté una persona, y cuanto mayor sea el nivel de incertidumbre, es fundamental de que se autoconvenza, y transmita a los demás, que existe una salida, que es capaz de superarlo (aunque la tendencia ‘natural’ sea la contraria). Muchas veces, cuando nos sentimos en un túnel sin salida el causante no es la falta de recursos sino más bien un estado mental limitante, que nos hace entrar en un círculo vicioso que nos lleva a recuperar en nuestra memoria sólo los registros negativos. Qué importantes son los mensajes que nos lanzamos a nosotros mismos y qué poca atención les prestamos. Si otro dijera de nosotros lo que a veces nos repetimos nosotros mismos; o si nosotros dijéramos eso mismo de otras personas… “El lenguaje no sólo describe la realidad, sino que además es capaz de crearla” Para salir de esta situación son fundamentales las emociones positivas, que van a ser la clave de la resiliencia, de la capacidad de recuperarnos de las adversidades. Un símil de esta capacidad lo encontramos en los juncos y el viento. “Nos obsesionamos en defender la idea de lo que somos en lugar de arriesgarnos a descubrir la imagen de aquello que podríamos llegar a ser.La mayor parte de nuestras inseguridades y de nuestras desesperanzas no son reales, son aprendidas”.
Cuando nos enfrentemos al miedo a lo desconocido, el peligro o la incertidumbre podríamos: 1)Enfocarnos en lo que podemos ganar en lugar de obsesionarnos por lo que podemos perder; 2) Dedicar unos momentos al día para reflexionar sobre las ocasiones en las que hemos tenido éxito ante los desafíos y la incertidumbre.
Existen tres grandes venenos muy perniciosos para nuestro organismo si no sabemos controlarlos y contrarrestarlos: 1) la culpa, que lejos de movilizar para la acción paraliza y nos vuelve manipulables; 2) la desesperanza, que se puede convertir en una actitud vital que se extiende a todos los ámbitos de nuestra vida y es muy contagiosa; y 3) la humillación, que te hace sentir inferior y te lleva a pensar que los demás también te ven así; y, además, nos puede hacer evitar retos nuevos por miedo a no dar la talla.
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