viernes, 22 de junio de 2012

Llegan las vacaciones y también la hora de los suspensos


Hoy empiezan las vacaciones escolares y recibimos sus notas.
¿Preparado? ¿Qué hará si hay suspensos? 
Sepa que enfadarse, alzar la voz o humillar a su hijo no sirven de nada. Y castigarle para todo el verano tampoco. 
¿Cómo reaccionar entonces?

Tranquilidad, análisis realista y firmeza en la aplicación de soluciones. En eso, básicamente, consiste la receta que maestros, pedagogos y psicólogos dan a los padres a la hora de afrontar los suspensos de sus hijos. Sencilla ¿no? Entonces, ¿por qué lo primero que suelen hacer los padres cuando su hijo llega con uno o varios suspensos es echarse las manos a la cabeza, enfadarse, regañarle y lanzarle toda una retahíla de castigos y amenazas? 
“Nunca se viven bien los suspensos; los padres se preocupan mucho porque sus expectativas académicas y sociales se frustran, y eso les provoca una reacción de enfado y de culpa que a veces dirigen hacia el niño y a veces hacia ellos mismos reprochándose no haberle ayudado más”.

Un suspenso no es para alarmarse ni desmoralizarse y, por el contrario, a veces puede resultar un acicate, una manera de aprender a superar la frustración y a poner más recursos personales para superar las dificultades.
Lo importante en estos casos es no desmoralizar ni humillar al chaval con comentarios del tipo “eres un vago”, “es que eres muy torpe” o “no vales para estudiar”. “Lo importante es no hacer creer al niño o al adolescente que por ese suspenso ya no es bueno para los estudios, porque está demostrado que el éxito en sus estudios esta mas relacionado con el concepto que el  niño tenga de si mismo , que con los que comúnmente llamamos inteligencia ”. Por eso la receta es “decirle al hijo que él puede, que ha fallado y ha suspendido porque hay cosas que no ha entendido pero que podrá entenderlas con más atención y esfuerzo, animarle a superarse y apoyarle para que no se perciba como torpe y eso configure su autoconcepto académico”.

La recomendación es ver el suspenso como una forma de enfrentarse a la frustración de no haber alcanzado el nivel exigido porque se ha descuidado, y de superarla con esfuerzo en lugar de que frustrarse suponga abandonar o derive en agresividad.

En lugar de recurrir a la bronca y el castigo, hay que sentarse con papel y lápiz y hacer un análisis conjunto (padres e hijo) lo más sereno posible sobre las causas, los primeros síntomas, el proceso y el resultado final. 

Una vez analizada las causas de los suspensos, los expertos recomiendan ir a hablar con el tutor padres e hijo. No se trata de increpar al profesor con un “¿por qué ha suspendido a mi hijo?, sino plantearle “¿cómo podemos ayudarle?” y hablar de cómo se sitúa socialmente en clase, de si es un hecho puntual la caída de rendimiento, a qué obedece….

Y una vez hechos todos los análisis, se trata de poner remedio. Los expertos consultados aseguran que no es cuestión de grandes tragedias ni dramas, ni de obligar al hijo a sacrificar todas las vacaciones, pero sí de establecer con él un plan de trabajo.  
Puede ser útil la opción de buscar un profesor particular que le ponga al nivel adecuado
Se trata de poner unas normas y sus consecuencias, asumibles a cada edad, creando un clima positivo, de complicidad, diciéndoles que la responsabilidad es de ellos pero que no están solos y les vamos a ir acompañando y haciendo un seguimiento. Es muy importante que la planificación de trabajo que se haga sea realista, se ponga a prueba durante quince días y se revise cómo va, si se ajusta a lo esperado o no. “Hay que supervisar y ayudarles a planificar, y si se quejan de que ‘no te fías’ o ‘me controlas’, explicarles que se trata de acompañarle para que su plan sea viable, de enseñarle a vivir, porque la planificación es una necesidad en la vida
Lo importante, explican los expertos, es firmeza y constancia en el seguimiento. En algunos casos la tarea para los padres, al principio, puede ser agotadora, pero resulta imprescindible. Si el padre después de la bronca inicial por los suspensos sigue con su trabajo y su vida, sin más, el chaval queda abandonado a su soledad “y estudiar no es fácil, es más atractivo ir a la pantalla de internet o al televisor y ver una película”.

Qué hacer...

Mantener la calma
Cualquier suspenso es superable, es cuestión de esfuerzo complementario. Suspender puede tener incluso una vertiente positiva si se aprovecha para aprender a afrontar la frustración y a superarla con esfuerzo, sin eludirla ni caer en la agresividad.

Buscar las causas
No es lo mismo un suspenso por una dificultad concreta o un bajón pasajero que suspender un montón de asignaturas por falta de trabajo, de organización y esfuerzo. Preguntar al hijo los motivos de sus calificaciones.

Ser realista
Que el hijo suspenda no quiere decir que atraviese una depresión o tenga problemas de aprendizaje. Hay que hacer un análisis realista, a veces sólo es inmadurez.

Hablar con los profesores
Conocer cuál es la actitud y rendimiento escolar, con el chaval presente en la reunión, para evitar las dudas sobre que alguien miente.

Elaborar un plan de actuación
Pedir al hijo soluciones para cada una de las causas por las que ha suspendido y ayudarle a diseñar un plan para ponerlas en práctica. Las acciones han de ser claras y realistas. Puede ser interesante dejar constancia por escrito de los compromisos adquiridos y qué ocurrirá si no se cumplen.

Ayudar
Aunque la responsabilidad de los estudios es de los hijos, a veces hace falta que los padres les motiven, les ayuden a organizarse, les proporcionen técnicas de estudio o un profesor particular que les explique.

Supervisar
Los padres han de controlar que se cumplen las actuaciones previstas para superar los suspensos y hacer un seguimiento diario de las tareas escolares, y retirar privilegios si el chaval no asume sus responsabilidades.

Qué no hacer...

Gritar o insultar
Los chavales ya llegan angustiados y tensionados cuando han recibido un suspenso. Que los padres añadan más dramatismo a la situación no ayuda en nada y puede resultar contraproducente. Se puede expresar el descontento de forma seria pero constructiva.

Humillar y reprochar
Hay estudios que aseguran que el éxito escolar depende más del autoconcepto académico que de la inteligencia. Y calificar al chaval de inútil, vago o torpe daña su autoconcepto y no motiva.

Sermonear y olvidar
Si no se adoptan medidas, el problema no se resolverá solo. Estudiar no es fácil y si sólo depende de la voluntad del chaval es muy probable que le tienten más otras actividades.

Imponer grandes castigos
Los castigos imposibles, que no se pueden mantener en el tiempo, no tienen ninguna utilidad y deseducan. El recorte de privilegios debe ir condicionado a los compromisos adquiridos y la dedicación de tiempo al estudio.

Buscar excusas
Los chavales que suspenden no tienen necesariamente problemas de aprendizaje ni desequilibrios internos. Y normalmente tampoco es culpa de los profesores. Conviene ser realista al analizar las causas.

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