La respuesta a esta pregunta, como ya sabemos, viene a decir que si eres una persona optimista, que se enfoca en lo positivo y agradable de las situaciones, verás el vaso medio lleno. Pensarás que aun te queda mucha “agua por beber” y que no todo está perdido.
En la misma situación y por el contrario, si eres una persona con tendencia al pesimismo, percibirás el vaso medio vacío, es decir, pondrás toda tu atención en los aspectos negativos de las situaciones, sin tener en cuenta los positivos y pensarás que pronto “se te acaba el agua”
¿Qué postura pensáis que es la más acertada? Seguramente, afirméis, que obviamente el optimismo: ver el lado bueno de las cosas y es verdad que es mucho más beneficioso para nosotros.
Lo que ocurre es que no de todas las situaciones podemos extraer algo positivo, a veces son bastante difíciles. Eso sí, siempre podemos renacer como el ave fénix y volver a empezar.
Volver a llenar el vaso
Los seres humanos tenemos una capacidad llamada resiliencia que nos ayuda y nos empuja a adaptarnos y sobreponernos de situaciones dolorosas. El objetivo es afrontar la situación y salir fortalecido de ella. Volver a llenar nuestro vaso significa que, aunque creas que ya has tocado fondo, que has llegado al límite de tus posibilidades y que no le encuentras el sentido a nada, pensar que siempre hay alguna esperanza. Sencillamente, porque la vida es cambio.
Todo está en continua transformación, nada es permanente. Es la gracia de esto, que un día estás viviendo una etapa y crees que es para siempre y cuando menos lo esperas, amaneces con una vida totalmente distinta. Eso sí, hay que trabajar para que los cambios tengan lugar, no desesperanzarse y seguir sumando.
Por lo tanto, no se trata de ser optimistas ni pesimistas. Es mucho mejor ser realistas. Darse cuenta de que es cierto que nuestra situación puede ser muy negativa y que es difícil sacar algo bueno de ella, pero que a pesar de lo espantosa que sea, pasará, nos adaptaremos y nos curtirá.
¿Y si el vaso se vacía completamente?
Puede ocurrir y es por eso que es tan importante que mientras lo tengas lleno o medio lleno lo aprecies y lo agradezcas. No nos educan para dar gracias por lo que poseemos, más bien se nos enseña a quejarnos de lo que nos falta y a intentar obtener lo máximo.
Como hemos dicho, todo está en continuo cambio y por lo tanto, estés en una situación amarga o dulce, siempre puede transformarse, vaciarse o llenarse. Nosotros tenemos escaso control en las situaciones, en lo que pasará o dejará de pasar, por este motivo no es conveniente ni quedarse en el pasado rumiando sobre lo que ocurrió, ni viajar al futuro y obsesionarse con lo que podrá venir.
Lo realmente idóneo es disfrutar el presente, con lo que tengas entre manos. Si puedes hacer algo por añadir más agua a tu vaso, ¡maravilloso!, pero si no, está en tu mano el poder hacerlo, deja el vaso como está y disfrútalo.
El vaso no se llena si…
Es verdad que no podemos controlar las situaciones externas ni a los demás, pero podemos controlarnos a nosotros mismos, tanto a nivel de pensamiento como de comportamiento y sobre todo de actitud.
Si estás pensando en llenar tu vaso olvídate de quedarte en casa esperando porque no lo conseguirás. Para obtener nuevos resultados, tenemos que emprender acciones distintas, cambiar nuestra manera de valorar las situaciones, nuestras interpretaciones y así, poco a poco, iremos cambiando lo que nos rodea.
Por lo tanto, el cambio siempre empieza con nosotros, con nuestra actitud y fuerza de voluntad. Hemos de ser capaces de decirnos a nosotros mismos que ya es hora de modificar lo que no nos gusta de nuestra vida, que ya es hora de volver a llenar nuestro vaso.
(Fuente: La mente es maravillosa)
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