lunes, 20 de julio de 2015

5 claves para que las parejas funcionen


En la actualidad, el desamor y los problemas de pareja son muy habituales. Las infidelidades, los celos, la dependencia emocional o la mala convivencia…hacen que al final la pareja acabe rompiéndose para siempre.

Si echamos la vista atrás, nos daremos cuenta que no ocurría esto hace unos años. Antaño, las parejas –la mayoría- duraban toda la vida, a pesar de todas las adversidades que pudieran existir entre los dos miembros y esto se debía sobre todo, a que la mujer dependía del hombre casi totalmente. Esta aún no se había incorporado al mundo laboral y por lo tanto, tenía que permanecer al lado de su cónyuge, cuidando la casa y a los hijos.

Por suerte a día de hoy, el panorama ha cambiado ya mucho. El problema es que esto ha hecho que muchas parejas pongan fin a sus relaciones mucho antes y que los problemas psicológicos derivados de la ruptura sea mucho más comunes.

Existen algunas estadísticas que indican que las parejas de hoy día no duran mas de diez años y esto es debido, sobre todo, a la mala convivencia y falta de comunicación.

Aunque la pareja perfecta no existe aquí te ofrecemos algunas claves que te pueden ayudar a que tu pareja funcione mejor:

Nada de exigir

Es importantísimo, si quieres que tu pareja funcione, que seas muy tolerante con la otra persona. A veces, exigimos al otro como si fuésemos dueño de él y la realidad es que esto no es así, pues nadie pertenece a nadie.

Tenemos que ser conscientes de que somos humanos, de que en ocasiones nos equivocamos y que es mucho más positivo para la pareja ser comprensivo y empático con el otro y no exigir que actúe o sea como a nosotros nos gustaría que fuese.

Eso no quiere decir, que no podamos sugerirle que actúe de otra forma, pero tener clara la diferencia entre exigencia y sugerencia es esencial para que todo fluya mejor y paradójicamente, para que al final el otro miembro esté más predispuesto a cambiar o modificar ciertas cosas que no nos gustan.

A nadie nos gusta que nos presionen para que hagamos algo, pero sin embargo, si nos lo sugieren y nos hacen ver las ventajas de ese cambio, quizá lo tomemos de otra manera 

Basta de sacar trapos sucios del pasado

El pasado es pasado y ya no existe, por lo tanto, no tiene sentido seguir dándole vueltas a algo que ya no está en la vida de la pareja. No conseguiremos resolver aquel hecho del pasado y lo único que obtendremos es dolor y sufrimiento para ambos.

Si alguna vez tu pareja te fue infiel y la perdonaste, deja de recordarle que en esa ocasión cometió un error, pues eres tú el que ha elegido la opción del perdón, con todo lo que ello conlleva. Ahora lo que toca es seguir caminando juntos. 

No te olvides de que el otro es tu pareja

En ocasiones, las emociones negativas y los impulsos hacen que se nos olvide que la persona con la que estamos discutiendo es aquella que nosotros mismos hemos elegido, para amar y pasar el resto de nuestra vida.

Por lo tanto, sé siempre consciente de que las palabras malsonantes, los insultos y los desprecios sobran. Puedes hacerle mucho daño a esa persona que amas y si esto se repite en el tiempo continuamente, al final acabará hartándose detu falta de empatía y tacto.

Seamos conscientes de que no hace falta gritar o faltar el respeto, sino que se consiguen muchas más cosas desde el diálogo sosegado y siempre con respeto y cariño.

Bromear con los problemas cotidianos

Los pelos en la ducha, el tapón de la pasta de dientes abierto o el armario de la ropa revuelto no deberían suponer un gran problema si nos lo tomamos con humor.
Muchas veces nos ponemos a dramatizar por problemas que no tienen la mayor trascendencia. Al darles este protagonismo, lo único que hacemos es inflarlos y, en muchos casos, convertirlos en verdaderos rompecabezas.
Es cierto que puede resultar incómodo que tu pareja se deje todos los días la tapa del váter levantada, pero esto no puede suponernos un hecho terrible que acarree una discusión entre ambos.

¡Simplemente no merece la pena! Si ese es su fallo, seguramente habrá otras cosas que haga bien, como te ocurrirá a ti. Recuerda el primer punto: sugiere pero nunca exijas y se tolerante. Eres tú quien eligió a esa pareja.

Complacerse el uno al otro, pero sin depender

Divertirse y hacer cosas placenteras en pareja es algo fantástico y es muy positivo que cada miembro de la pareja sorprenda de vez en cuando al otro con algo que sabe que le gusta o que le va a hacer ilusión. No hace falta que sea una fecha señalada, lo importante es que te nazca el hacerle una buena cena a tu pareja o llevarlo a un concierto de ese grupo que sabes que le gusta, aunque a ti no te agrade tanto.

Es bueno que a veces cedamos en actividades que quizás no sean tanto de nuestro agrado pero que sabemos que a nuestra pareja le encantan. Puede incluso que al experimentarlo, nos empiece a gustar a nosotros también.

Eso sí, por otro lado, no debemos de depender nunca de nuestra pareja para hacer lo que nos gusta. Si a tu pareja le encanta ir al fútbol y a ti no te gusta nada, tampoco es conveniente que te veas obligado a ir todos los domingos a los partidos, podéis hacer cosas de manera separada.

Construir una buena pareja es sencillo y difícil a la vez. A veces la visceralidad se apodera de nosotros, perdemos el respeto, la honestidad y la empatía. Tener presente estas cinco claves y practicarlas diariamente te ayudarán a que la pareja evolucione de forma positiva.
(Fuente: Alicia Escaño Hidalgo)



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jueves, 16 de julio de 2015

El extraño cambio de mi madre.- Microcuento


Mi madre siempre estaba deprimida. Era irritable, gruñona, amargada, y no paraba de perder peso.


…Un buen día, todo cambió. La situación era la misma pero, por algún motivo, ella era diferente.

"Cariño —dijo mi padre—, llevo tres meses buscando trabajo y no he encontrado nada, voy a tomarme unas cervezas con los amigos."

—Está bien —contestó mi madre—, ya encontrarás algo.

"Mamá —dijo mi hermano—, he suspendido todas las asignaturas en la facultad."

-Está bien —respondió mi madre—, ya las recuperarás. Y si no, pues repites el semestre… pero te lo pagas tú.

"Mamá — dijo mi hermana—, le he dado un golpe al automóvil."

—Está bien —suspiró mi madre—, llévalo al taller, busca como pagar el arreglo y, mientras tanto, muévete en transporte público.

"Nuera —llegó diciendo su suegra, que siempre la estaba desafiando—, vengo a pasar unos meses con vosotros."

—Está bien —dijo mi madre—, acomódese en el sillón y busque un hueco en el armario.

Todos nos reunimos, preocupados al ver esta extraña actitud de mi madre. Llegamos a sospechar que quizás el médico le hubiese recetado algún nuevo medicamento y se hubiese excedido en la dosis. Decidimos hablar con ella para evitar males mayores.

…Esto fue lo que nos dijo:

—Desde hace  tiempo me he dado cuenta de que cada uno es responsable de su vida. Por fin he descubierto que mi angustia, mi mortificación, mi depresión, mi enojo, mi insomnio y mi estrés, no sólo no resolvían vuestros problemas, sino que agravaban los míos.

Yo no soy responsable de las acciones de los demás, pero sí soy responsable de mis reacciones ante lo que otros hacen o dejan de hacer.

Por lo tanto, he llegado a la conclusión de que mi deber para conmigo misma es mantener la calma y dejar que cada uno resuelva lo que le corresponde. He realizado diferentes cursos y talleres de crecimiento personal y he descubierto un común denominador: que yo sólo tengo derecho a decidir sobre mi vida, y la obligación de respetar la vida de los demás. Vosotros ya tenéis todos los recursos necesarios para resolver vuestros problemas.

Sólo puedo daros mi consejo si me lo pedís, pero de vosotros depende seguirlo o no. Así que de hoy en adelante, dejo de ser el soporte de vuestras responsabilidades, el costal de vuestras culpas, la lavandera de vuestros remordimientos, la abogada de vuestras faltas o la depositaria vuestros deberes.

Os declaro a todos adultos independientes y autosuficientes.

Nos quedamos mudos.

Desde entonces, mamá no ha dejado de mejorar. Se ha convertido en una mujer alegre, amable, sincera y rebosante de salud. A los demás nos ha costado adaptarnos al cambio pero, con el paso del tiempo, estamos descubriendo esa independencia y autosuficiencia de la que hablaba mi madre.

domingo, 12 de julio de 2015

Las zancadillas mentales que nos impiden avanzar


A veces la única barrera que nos impide avanzar y alcanzar nuestras metas, somos nosotros mismos, o más bien, nuestra mente. Es muy sencillo: si no controlas tu mente, esta terminará controlándote. La mente y las creencias tóxicas que alberga, se convierte en una cárcel que limita nuestras potencialidades y cercena nuestra perspectiva.

Cada vez que creemos que solo existe una manera de hacer las cosas, nos estamos limitando. Cada vez que abrazamos ciegamente la tradición, nos cerramos a la novedad. Cada vez que pensamos en términos de pérdidas y fracaso, nos ponemos una zancadilla mental. Y lo peor de todo, es que hacemos estas cosas día tras día, sin ser conscientes de ello.

La buena noticia es que el simple hecho de detectar esas zancadillas que nos ponemos a nosotros mismos, ya les resta poder y abre nuestra mente, permitiéndonos adoptar una perspectiva más amplia y enriquecedora.

La voz que escuchas en tu mente: ¿De quién es?

A primera vista, puede parecer casi una locura. Sin embargo, a menudo esa voz que suena en nuestra mente, sobre todo cuando es acusadora, no proviene de nuestro “yo”. En realidad, son las voces de diferentes personas significativas con las cuales nos hemos relacionado a lo largo de nuestra vida, sobre todo en la infancia y adolescencia.

De hecho, si prestas atención a algunas de las frases que te dices a ti mismo cuando se desencadena ese dialogo interno, te darás cuenta de que esas frases no te pertenecen y, si escudriñas en tu pasado, encontrarás a su verdadero dueño. Pueden ser tus padres, un profesor o incluso ese niño del colegio que te hacía la vida imposible.

Esas frases, que probablemente lastimaron tu autoestima, se quedaron en tu memoria y, con el paso del tiempo, las has asumido como propias, pero en realidad no te pertenecen.

Cuando comiences a prestarle atención a ese diálogo interior, te darás cuenta de que muchas de tus creencias tóxicas provienen de pensamientos que te inculcaron otras personas. Pero no tienes que seguir poniéndote la zancadilla, al contrario, debes aprender a eliminar esas creencias y caminar con seguridad por tus propios pies.

Las 3 creencias tóxicas más comunes que te impiden avanzar

Aunque pueda parecer un contrasentido, lo cierto es que no siempre queremos avanzar. A veces estamos cómodos en el sitio donde estamos, o tenemos miedo a lo desconocido, de forma que preferimos no movernos. Sin embargo, no lo reconocemos. Y para impedirnos avanzar, nos convertimos en nuestro peor enemigo, nos ponemos la zancadilla a propósito.
Algunas de las creencias más dañinas que cultivas en tu mente, quizás sin darte cuenta, son:

1. “No es el momento adecuado”

La procastinación es un problema serio que puede hacerte perder oportunidades únicas. Postergar continuamente tus sueños, hará que llegues a la recta final sin haberlos cumplido. Y lo que es aún peor: te recriminarás por haber dejado pasar la ocasión.

En realidad, detrás de la creencia de que no es el momento adecuado solo se esconde falta de motivación o miedo. Lo que sucede es que nos da miedo salir de nuestra zona de confort porque no sabemos lo que encontraremos fuera. Como resultado, preferimos engañarnos diciéndonos que no es el momento más adecuado. 

Sin embargo, la vida siempre implica cierto grado de incertidumbre, nunca podemos estar seguros al 100%, debemos estar dispuestos a asumir al menos un riesgo mínimo. Recuerda que cuando tienes una razón por la cual luchar, irás encontrando los medios a lo largo del camino. Solo es necesario atreverse y dar el primer paso.

2. “No soy un experto”

La sociedad nos ha hecho creer que si no somos lo suficientemente buenos en algo, es mejor que no lo intentemos. Sin embargo, este camino solo sirve para cerrar muchas puertas, no deja espacio para el aprendizaje y el crecimiento. Si no nos involucramos en nuevos proyectos, nunca podremos mejorar.

Lo cierto es que nadie nació sabiendo, los que hoy son expertos en algún sector, ayer no lo eran. Lo que les hace diferentes es el tiempo y el esfuerzo que han dedicado a esa pasión. Después de todo, debemos recordar que el genio está compuesto por un 1% de talento y un 99% de perseverancia.

En todo caso, para disfrutar de la mayoría de las cosas de la vida, no tienes que hacerlas de forma perfecta. El perfeccionismo no es más que una barrera que te mantiene dando vueltas en círculo, sin poder avanzar. Preocúpate por disfrutar lo que haces, y no te escudes detrás del perfeccionismo porque con la práctica, los resultados también mejorarán.

3. “Seguramente fracasaré”

Henry Ford, uno de los emprendedores más exitosos de todos los tiempos, afirmaba: “Tanto si piensas que puedes, como si piensas que no puedes, en ambos casos tienes razón”. Y es que tu mente es tu mejor aliada, o tu peor enemiga. 

Por supuesto, una dosis de negativismo estratégico puede ser conveniente ya que te ayuda a prepararte para el peor escenario. Sin embargo, pensar que vas a fracasar de antemano implica adoptar una actitud derrotista que no te conducirá por buen camino sino que irá desgastando poco a poco tu motivación.

No se trata de asumir una actitud positivista a ultranza, que de poco serviría. Pero si comienzas un proyecto pensando que fracasarás, no llegarás muy lejos. Recuerda que la esperanza es nuestro motor impulsor más potente. Por tanto, no dejes que nadie te la arrebate, ni siquiera ti mismo.

(Fuente: Jennifer Delgado)

viernes, 10 de julio de 2015

La isla de las emociones

" La isla de las emociones" es un bonito cuento escrito por Jorge Bucay que seguro os conmoverá.
Disfrutarlo!!!

sábado, 4 de julio de 2015

Detalles afectivos con tu familia



Llegar al corazón de nuestros hijos es mucho más fácil de lo que pensamos. De hecho, llegamos muchas veces sin ser ésta nuestra intención. ¡Imagínate lo fácil que será si encima lo planeamos!

Te proponemos esta actividad.

Si en alguna ocasión llegas tarde y tu hijo ya está durmiendo, dibújale una sonrisa en un dedo de la mano. Díselo para que sepa que, aunque no te vea al acostarte, irás más tarde, le darás un beso y le dibujarás la sonrisa. Acostúmbralo a una rutina afectiva que le llegue al corazón.


Y para que te hagas una idea de lo que queremos decir, mira este vídeo. Solo dura un minuto. Aunque es un anuncio comercial, te ayudará a entender la importancia de tener detalles afectivos con tu hijo. Con el tiempo, estos recuerdos son con los que llenará su maleta de seguridad.



El padre, sin saberlo, ha creado una rutina afectiva que su hija ha dotado de un significado trascendente. Busca tu rutina y establece conexión de corazón a corazón con tu hijo. A veces puede ser tan solo mirar las estrellas por la noche o tumbarse en el suelo a contemplar cómo se mueven las copas de los árboles. Cualquier actividad que se repita periódicamente y que os ayude a sentiros conectados desde el alma.
(Fuente: solohijos.com)

miércoles, 1 de julio de 2015

Quien te enfada, te domina

“Quien te enfada, te domina”… Piénsalo bien, o ¿no es verdad?

Cuando algo no ha sucedido como queríamos o alguien no ha respondido como esperabamos, cuando nos ha molestado el comportamiento de una persona o lo que nos ha dicho, solemos expresar aquello que sentimos con expresiones tales como “me has hecho enfadar”, “me has hecho daño”, “me has cabreado…”

Si nos paramos a reflexionar sobre ello y decidimos profundizar, la traducción de nuestros mensajes viene a ser algo tal como “tú eres el culpable de cómo me siento”, “tú eres el responsable de que yo esté así” o “tú me has perjudicado”, es decir, yo estoy mal por tu culpa.

Si alguien nos enfada es porque le hemos concedido el permiso para hacerlo, pues en realidad cuando alguien nos enfada, lo que internamente resuena en nuestro interior es “lo que tú piensas sobre mí, es más importante que lo que yo pienso sobre mí”. Piénsalo.

En estos casos, la responsabilidad de cómo nos sentimos, la dirigimos hacia los demás, es decir hacia afuera. Por lo que dependiendo de los demás, así nos encontraremos nosotros.

Resulta que en lugar de hacernos cargo de nuestras emociones y sentimientos, de dirigirnos hacia dentro y asumir la responsabilidad de lo que sentimos, otorgamos el poder o el consentimiento a los otros. Porque nadie puede enfadarnos sin nuestro consentimiento ¿o no?

Y es cierto, que asumir todo el peso que conlleva un enfado o una molestia es algo complicado y que cuesta… y más si estamos acostumbrados a poner nuestro foco fuera. Sigue siendo más fácil, culpar al compañero y que sea el quien intente lidiar con nuestro cabreo, que nosotros mismos… pero así nunca llegaremos a conectar con nuestro interior.

En ocasiones, esto sucede porque nos encontramos movidos por nuestro ego, el cual, a modo de resumen consiste en identificarnos con lo que tenemos, lo que hacemos y cómo nos valoran.

Una vez que nos hemos alejado del ego y lo hemos dejado aparcado, comenzamos a tomar más responsabilidad tanto de nuestros pensamientos y comportamientos, como de nuestras emociones, y nadie nos puede hacer daño; porque consideramos que aquello que somos está mucho más allá de los bienes materiales, nuestros actos o de la opinión ajena.

Para ello podemos ayudarnos pensando que cuando alguien nos insulta o hace algo que no nos gusta es como si nos estuviera ofreciendo un regalo. Si no lo aceptamos, el regalo seguirá siendo de la persona, mientras que si lo aceptamos lo recogeremos. En última instancia, la decisión será nuestra.

Así, los insultos, las provocaciones o incluso las acciones de otros, son como esos regalos, que nosotros elegimos si aceptar o no; por lo que no podemos culpar a nadie de nuestra decisión, tan solo podemos responsabilizarnos de nuestra actitud, de nuestra elección.

Además, tenemos que tener en cuenta que el choque de las expectativas que nos hemos formado con la realidad, también puede ser un detonante de nuestra molestia, pues las cosas no han pasado como imaginábamos.

No podremos controlar las circunstancias ni tampoco a las personas, pero sí que podemos controlar nuestra respuesta. Por lo que no podemos cambiar lo que alguien dice de nosotros o lo que hace y nos molesta, pero por supuesto que podemos cambiar la actitud con la que enfrentamos la vida.

La responsabilidad asusta, pero es la que nos permite ser dueños de nuestra vida.

Reconocer nuestras emociones y sentimientos y hacerse cargo de ellos, nos otorga la libertad de conocernos y elegir nuestra actitud ante la vida.
(Fuente: la mente es maravillosa)