miércoles, 26 de agosto de 2015

Cómo son los amigos de verdad



La amistad es quizás la forma más perfecta del amor. A diferencia de las relaciones con la familia, la amistad es un vínculo que se elige, no se hereda. A diferencia del amor de pareja, en la amistad no hay compromisos, ni pactos de exclusividad.
Además, toda forma de amor exige que haya amistad, pero la amistad no exige que estén involucradas otras formas de amor.

Dicen que quien tiene un amigo, tiene un tesoro. Y es verdad. Los buenos amigos son un bálsamo para la vida y un antídoto contra las enfermedades físicas y emocionales.

Sin embargo, no todas las personas con las que tenemos un trato continuo son nuestras amigas. Ni todos quienes se dicen nuestros amigos lo son de verdad. Las amistades profundas y sinceras son escasas y, por eso mismo, debemos aprender a valorarlas.

¿Cómo es un amigo de verdad?

Se preocupa sinceramente por ti

No aparece solamente cuando te necesita o cuando no tiene algo mejor que hacer. Por eso está al tanto de lo que te ocurre y no espera a que tú lo busques para hacerse presente. Le interesa saber sobre ti y será el primero en llegar cuando pases por un problema grave.

La preocupación que siente por ti es desinteresada. Simplemente te quiere y quiere que estés bien. No “se muere” si te pasa algo malo, ni tiene la intensidad emocional de otro tipo de relaciones, pero tú siempre tienes la certeza de que él está ahí.

Quiere entenderte, no juzgarte

La amistad supone una aceptación mutua. Un amigo de verdad no quiere cambiarte, ni está en función de criticarte o cuestionar tu vida. Sabe que tienes defectos, pero no le interesa señalártelos. Y si lo hace, seguramente es con la intención de que sufras menos y no de que te conviertas en otra persona.

Un amigo de verdad está abierto a la comprensión. Si le hablas acerca de tus problemas, intentará entender tu posición y no remarcar tus errores. Por eso, con esa persona te sientes cómodo al ser tú mismo, al mostrarte tal y como eres.

Aligera las situaciones difíciles

Un amigo de verdad sabe que no es tu madre, ni tu confesor, ni tu psicólogo. Por eso, en lugar de sermonearte, o darte una cátedra del buen vivir, comparte los momentos difíciles contigo de manera espontánea y sencilla.

Si sabe que estás frito, te invita a comer un helado, o a dar una vuelta por el parque. Si sabe que pasas por una situación desagradable, le restará drama y bromeará contigo para quitarle gravedad al asunto. Si sabe que sufres, estará a tu lado de una forma serena y no invasiva.

Sabe escucharte

Si algo distingue a la amistad verdadera es esa capacidad de escucha, que va mucho más allá de quedarse callado mientras otro habla. La escucha real es respetuosa y cálida. También está atenta a la palabra del otro y le ayuda a él mismo a escucharse.
Saber escuchar es no interferir con lo que el otro dice, si no es necesario. Es aceptar lo que el otro expresa, sin gestos o actitudes de desaprobación. Escuchar es acompañar en silencio a alguien, mientras da forma a sus ideas y a sus sentimientos a través de las palabras.

Es sincero y tiene mala memoria

Los grandes amigos no fingen, ni lo que piensan de ti, ni lo que sienten por ti. El encanto de la amistad está precisamente en que los involucrados se tienen confianza y saben a qué atenerse con el otro. No hay lugar para la falsa cortesía, ni para la hipocresía, entre los amigos de verdad.

En otro tipo de relaciones, un disgusto o una pelea puede pasar a mayores. Pero en la amistad no. La amistad verdadera olvida fácilmente esos conflictos y pasa la página sin problema. Por supuesto que hay límites, pero en la amistad las desavenencias cotidianas hacen poca mella.

La amistad verdadera se construye entre dos. Más que repasar si tus amigos cumplen con todos esos requisitos, te invito a hacer el ejercicio de evaluar qué tan buen amigo eres tú. Quien sabe ser amigo encuentra amigos de verdad.
(Fuente: La mente es maravillosa)

domingo, 23 de agosto de 2015

6 pequeñas historias

Espero te gusten estas seis pequeñas historias,  tan pequeñas que sólo te tomará un minuto leerlas. 
1.- Un día los hombres del pueblo decidieron rezar para pedir que lloviera. El día del rezo, toda la gente se reunió, pero solo un niño llegó con paraguas. Eso es FE.
2.- Cuando coges a un bebé en el aire y se ríe es porque sabe que lo atraparás de nuevo. Eso es CONFIANZA.
3.- Cada noche nos vamos a dormir, sin la seguridad de que estaremos vivos a la mañana siguiente, y sin embargo ponemos la alarma para levantarnos. Eso es ESPERANZA.
4.- Hacemos grandes planes para mañana a pesar de que no conocemos el futuro en lo absoluto. Eso es SEGURIDAD.
5.- Vemos el sufrimiento en el mundo y a pesar de ello nos casamos y tenemos hijos. Eso es AMOR.
6.- Había un anciano con la siguiente leyenda escrita en su camiseta: “No tengo 70 años, Tengo 16 con 54 años de experiencia”. Eso es ACTITUD.
Vive tu vida con Fe, Confianza, Seguridad, Amor y Actitud !!!!
(Fuente: Escuela para aprender a ser feliz)

jueves, 6 de agosto de 2015

Las estrellas del mar.- cuento sufi



Había una vez un escritor que vivía a orillas del mar; una enorme playa virgen donde tenía una casita donde pasaba temporadas escribiendo y buscando inspiración para su libro. Era un hombre inteligente y culto y con sensibilidad acerca de las cosas importantes de la vida. 

Una mañana mientras paseaba a orillas del océano vio a lo lejos una figura que se movía de manera extraña como si estuviera bailando. Al acercarse vio que era un muchacho que se dedicaba a coger estrellas de mar de la orilla y lanzarlas otra vez al mar. El hombre le preguntó al joven qué estaba haciendo. Éste le contestó: 


-Recojo las estrellas de mar que han quedado varadas y las devuelvo al mar; la marea ha bajado demasiado y muchas morirán. 

Dijo entonces el escritor: 
-Pero esto que haces no tiene sentido, primero es su destino, morirán y serán alimento para otros animales y además hay miles de estrellas en esta playa, nunca tendrás tiempo de salvarlas a todas. 

El joven miró fijamente al escritor, cogió una estrella de mar de la arena, la lanzó con fuerza por encima de las olas y exclamó: 
-Para ésta sí tiene sentido. 

El escritor se marchó un tanto desconcertado, no podía explicarse una conducta así. Esa tarde no tuvo inspiración para escribir y en la noche no durmió bien, soñaba con el joven y las estrellas de mar por encima de las olas. A la mañana siguiente corrió a la playa, buscó al joven y le ayudó a salvar estrellas. 

Este cuento sufi nos hace reflexionar sobre que el dejar de hacer cosas porque son limitadas, porque aún quedan otras muchas por hacer o porque esas acciones no pueden resolverlo todo, no es más que una trampa que inmoviliza y desalienta. 
Ante la invitación a la parálisis pesimista, está la invitación al compromiso cotidiano. Frente al lema de que no merece la pena esforzarse porque el avance es mínimo, está otro que agradecerá el mundo entero y, sobre todo, la afortunada estrella de mar
Lo entendemos todavía mejor cuando esa afortunada estrella somos nosotros. Entonces percibimos de una manera certera que ese esfuerzo no ha resultado inútil, no ha sido vano. Entonces percibimos de forma nítida la importancia de esa acción sensible y comprometida. 
Es una pena que no lleguen a salvarse todas las estrellas de mar, pero es una alegría que esa, al menos, se salve.