jueves, 30 de abril de 2015

El regalo de ser uno mismo


Un rey fue hasta su jardín y descubrió que sus árboles, arbustos y flores se estaban muriendo.
El Roble le dijo que se moría porque no podía ser tan alto como el Pino. Volviéndose al Pino, lo halló caído porque no podía dar uvas como la Vid. Y la Vid se moría porque no podía florecer como la Rosa. La Rosa lloraba porque no podía ser alta y sólida como el Roble. Entonces encontró una planta, una fresia, floreciendo y más fresca que nunca.
El rey preguntó: ¿Cómo es que creces saludable en medio de este jardín mustio y sombrío?
No lo sé. Quizás sea porque siempre supuse que cuando me plantaste, querías fresias. Si hubieras querido un Roble o una Rosa, los habrías plantado. En aquel momento me dije: “Intentaré ser Fresia de la mejor manera que pueda”.

Ahora es tu turno. Estás aquí para contribuir con tu fragancia. Simplemente mírate a ti mismo.
No hay posibilidad de que seas otra persona.
Puedes disfrutarlo y florecer regado con tu propio amor , o puedes marchitarte en tu propia condena… (Jorge Bucay)

La mejor versión de uno mismo

Ya lo decía Albert Einstein “Todo el mundo es un genio. Sin embargo, si juzgas a un pez por su habilidad para escalar un árbol, pasará toda una vida pensando que es un estúpido.”

¿Quién eres en realidad?

Desde muy pequeños se nos enseña a juzgarnos a nosotros mismos teniendo en cuenta las cualidades y opiniones de los que tenemos alrededor. Pero si continuamente nos comparamos con los demás, difícilmente llegaremos a conocernos profundamente. Para ello, tendremos que observarnos ante el espejo detenidamente y buscar todas esas potencialidades que muchas veces tenemos escondidas bajo nuestros miedos y creencias limitantes y hábitos

Compararse continuamente no suele ser una buena fórmula para mantener una buena autoestima, incluso puede llevarnos a tener una percepción deformada de uno mismo.

No se trata de que nos parezcamos a otros, ni de ser exitosos, competentes o divertidos como los demás, sino de aprovechar nuestras cualidades, las mejores que tengamos, junto a nuestro talento y originalidad.

Nadie es exactamente igual a nosotros. Todos somos diferentes. Nadie ha vivido todas las experiencias que cada uno de nosotros ha vivido ni de la misma manera. Cada persona tiene su historia. Por lo tanto al compararnos, comparamos cosas diferentes.  
Cada uno de nosotros tiene múltiples características, unas que nos hacen la vida más fácil, mientras que otras puede que nos la dificulten en ocasiones, pero juntas hacen que seamos irrepetibles.

No significa que no intentemos cambiar aspectos de nosotros para seguir evolucionando, pero sí hay que tener en cuenta que los verdaderos cambios nacen de la autoaceptación y no desde el rechazo.

Aprender a valorarnos, querernos y aceptarnos es un largo camino que dura toda la vida, requiriendo este sendero muchas veces dosis de motivación y persistencia. Llegar a conocernos a nosotros mismos, formar parte del proceso de autodescubrimiento, hará que nos sintamos más comodos en nuestra propia piel, además de ser uno de los viajes más emocionates en el que nos embarquemos.

¡Salgamos cada día a ser la mejor versión de nosotros mismos!

sábado, 25 de abril de 2015

El poder del Mindfulness para vivir aquí y ahora



¿Sabías que las distracciones pueden llevarse más de 2 horas de nuestro día? ¿Que una vez que nos descentramos tardamos entre 15 y 20 minutos en volver a concentrarnos en la tarea que estábamos realizando?¿Que las distracciones nos dejan exhaustos y reducen nuestra capacidad de comprensión, memorización y toma de decisiones adecuadas?

En un mundo lógico, la tecnología nos haría trabajar menos -no más-, ya que la tecnología nos ayuda a identificar y resolver problemas más rápido, y nos proporciona más libertad y flexibilidad. Sin embargo, su lado oscuro está cada vez más presente; asalta la vida personal, es difícil de apagar, hay demasiada información para procesar y nos invaden demasiadas distracciones. De una manera sutil nos quedamos enganchados y hasta abducidos por los aparatos que nos acompañan y que se supone que están ahí para hacernos la vida más fácil. Sufrimos más ansiedad y agotamiento que en ninguna época precedente.

A pesar de todo, una gran parte de las distracciones que nos asedian no son externas, sino internas. Nuestra mente es muy difícil de controlar, le encanta perderse por vericuetos del pasado, soñar con otro futuro, rumiar las preocupaciones… Los estudios han llegado a demostrar que las personas mantienen un pensamiento solo durante una media de 10 segundos antes de pasar a otro diferente.

Con este paronama, es natural que las técnicas y los principios del Mindfulness en su conjunto estén teniendo tanto éxito en los últimos tiempos.

Expuesto de manera simple, el Mindfulness consiste en vivir en el momento presente sin que la mente esté perdida en otras cosas. Es un concepto procedente del budismo, y es algo más complicado que simplemente una forma de meditación. Aunque existe desde hace 2600 años en Oriente, en Occidente su introducción y adaptación a nuestra cultura es bastante reciente. Fue principalmente impulsado por Jon Kabat-Zinn en la Escuela de Medicina de Massachusetss (Estados Unidos) en 1979.

Mientras que en Asia los lamas tibetanos me enseñaron a meditar como parte del camino para comprender la impermanencia de la existencia y trascender el ego, aquí se utiliza como herramienta de mejora y búsqueda de efectividad. En el fútbol americano de élite se está aplicando para mejorar la falta de equilibrio emocional de los jugadores y hacer frente a la enorme presión de este deporte de primer nivel. Niños provenientes de familias destructuradas y violentas están empezando a recibir entrenamiento enMindfulness, consiguiendo que puedan concentrarse en aprender y liberar sus emociones por medios alternativos a la pelea. En las empresas, los trabajadores están sobrecargados y estresados con el volumen de trabajo y la presión sobre sus hombros, y les ayuda a mantener la calma en medio de los oleajes de desafíos, así como evitar tantos errores que terminan pagándose caro.

A nivel un poco más profundo, el Mindfulness empieza a sernos atractivo porque puede proporcionar un antídoto psicológico al vacío creado por la codicia materialista y la superficialidad. En algún momento, todo el mundo necesita encontrar significado y sensación de propósito en su vida, y esto no se puede comprar con dinero.
(Fuente: Mónica Esgueva)

martes, 21 de abril de 2015

¿Eres un buen modelo de comunicación emocional para tu hijo?



Expresar sentimientos no es tarea fácil, pero los padres podemos contribuir a que nuestro hijo interprete sus emociones y aprenda a expresarlas. De esta manera, le ayudaremos a ser un adulto emocionalmente estable.

Conocer los sentimientos de nuestro hijo y ayudarlo a expresarlos no es una tarea sencilla. De hecho, todas las personas, seamos padres o no, nos movemos en el universo de los sentimientos con mayor o menor éxito. Tal vez pensemos que, por el hecho de ser padres, estamos dotados de una especie de don que nos facilita la expresión y comprensión de sentimientos en la relación entre padres e hijos, porque amamos a nuestro hijo y él nos ama. Y que esto es suficiente para iniciar a nuestro hijo en el arte de sentir y comprender lo que siente, sin reparar en los medios, las formas o las palabras que vamos a emplear para ello.

Cuando nuestro hijo nace nos ocupamos diligentemente de qué comerá, cómo será su habitación, sus primeros juguetes, etc. Intentamos garantizarle un espacio físico inmejorable, buena educación y actividades extraescolares diversas que propicien su desarrollo en la mejor dirección. Pero me pregunto si, paralelamente a todo lo anterior, también nos aseguramos de proporcionarle los modelos más adecuados de aprendizaje emocional y de comunicación de sentimientos.

¿Eres buen modelo de comunicación emocional para tu hijo?

¿Por qué preguntarnos algo así? Pues porque los sentimientos componen el sustrato sobre el cual el niño, en su interacción con el mundo, elabora su interpretación del mundo y de sí mismo. Y porque este tipo de aprendizaje se realiza fundamentalmente en el seno de la familia.

Como señala D. Goleman en su obra Inteligencia emocional:
“La familia es el crisol doméstico en el que aprendemos a sentirnos a nosotros mismos y en donde aprendemos la forma en que los demás reaccionan ante nuestros sentimientos; ahí es también donde aprendemos a pensar en nuestros sentimientos, en nuestras posibilidades de respuesta y en la forma de interpretar y expresar nuestras esperanzas y nuestros temores. Este aprendizaje emocional no sólo opera a través de lo que los padres dicen y hacen directamente a sus hijos, sino que también se manifiesta en los modelos que les ofrecen para manejar sus propios sentimientos y en todo lo que ocurre entre marido y mujer. En este sentido, hay padres que son auténticos maestros mientras que otros, por el contrario, son verdaderos desastres"
Seis pautas para dialogar con nuestros hijos desde el corazón

Veamos ahora en qué forma A. Faber y E. Mazlish, psicólogas especializadas en la comunicación entre padres e hijos, en Cómo hablar para que sus hijos le escuchen y cómo escuchar para que sus hijos le hablen, nos recomiendan cómo podemos actuar para ayudar conscientemente a nuestros hijos a manejar sus sentimientos, revisando a la vez nuestros propios hábitos de respuesta frente a las situaciones de conflicto emocional en las relaciones familiares.
  • Debes ser capaz de escuchar con toda tu atención a tu hijo cuando te esté explicando un problema, un conflicto, un logro o una duda, dejando de lado lo que estés haciendo, los problemas que te preocupen e, incluso, el concepto que tengas forjado de él. Es importante demostrar a nuestro hijo que realmente sus sentimientos son tan importantes para nosotros como lo son para él.
  • Los padres solemos poner poco en práctica esta actitud de escucha atenta, sumergidos como estamos en un mar de trabajo y de responsabilidades, y sin embargo es una de las condiciones básicas a seguir si de verdad queremos que nuestro hijo nos exprese sus emociones de forma habitual.
  • Dale tiempo suficiente para que se explique, sin intervenir hasta conocer el problema en su totalidad. Después, permítele llegar a sus propias conclusiones haciéndole preguntas mediadoras
  • Concede credibilidad y confianza a los sentimientos de tu hijo. Así aprenderá a confiar en sí mismo y en nosotros. No neguemos sus sentimientos ( “¡va, no te pongas así” o “no será para tanto”); si no lo hacemos facilitamos que se observe porque no se siente ni recriminado ni juzgado.
  • Ten en cuenta que, en ocasiones, las mejores palabras son aquellas que no se dicen Asentir con la cabeza, o con expresiones cortas y neutras del tipo: ¡Vaya!, ¡Hum!, ¡Ajá!, le dará a nuestro hijo el espacio que necesita para expresarse sin sentirse juzgado, pudiendo a la vez pensar en voz alta y buscar sus propias soluciones. Este tipo de diálogo nos permitirá a nosotros escucharle, intentar comprenderle más allá de las palabras y no intervenir hasta conocer totalmente la situación que nuestro hijo ha vivido y cómo se ha sentido.
  • Debes ayudarle a nombrar lo que siente. La identificación es necesaria para que tu hijo comprenda sus emociones. Los niños a menudo confunden las sensaciones más elementales o se angustian ante un sentimiento al que no saben nombrar y, por tanto, reconocer y enfrentarse a él. Debemos verbalizar el estado emocional de nuestro hijo desde pequeño para ayudarle a identificar lo que siente y mostrarle que somos capaces de ponernos en su lugar y comprender sus reacciones.
  • Promueve en casa un ambiente general de escucha y de respeto por los sentimientos de todos los miembros de la familia. Recordemos que somos para nuestros hijos modelos de conducta. Ellos aprenderán más sobre sus emociones de lo que capten del ambiente que de lo que les enseñemos directamente.
El niño que se siente bien, normalmente se porta bien. Sentirse comprendido y aceptado por los padres es requisito previo para aceptarse a sí mismo, y la aceptación de uno mismo es, a su vez, requisito previo para el bienestar interior, puerta de la felicidad.
Cuando el niño expresa lo que siente sabiéndose escuchado, respetado y comprendido, aprende a fiarse de sus sentimientos, aprende a escucharse y a saber manejar emociones tan intensas como la antipatía, la vergüenza, la ira o el rechazo. Los estudios más recientes revelan que la capacidad de expresar los propios sentimientos constituye una habilidad social fundamental.
Difícilmente el niño podrá desarrollar esa habilidad si el ambiente familiar no se lo facilita. Un ambiente comprensivo y abierto al diálogo facilitará la adquisición del control emocional necesario para funcionar y tener éxito en las relaciones personales.
(Fuente: Carmen Herrera García.- Profesora de Ed. infantil y primaria)

¿Que es la asertividad?


A grandes rasgos podemos decir que la asertividad es la capacidad de decir lo que pensamos y sentimos, sin entrar en menospreciar u ofender a nuestro interlocutor.

Se trata de saber defender nuestras propias necesidades frente a las exigencias de los demás, sin llegar a utilizar comportamientos de sumisión o falta de control. Vendría a ser un término medio entre aquellas personas tímidas que no expresan lo que piensan por sus inseguridades, y las personas más agresivas que expresan sus opiniones de una forma desproporcionada y sin respetar a su interlocutor.

Existen tres tipos básicos de comunicación, se diferenciarán por la actitud que se adopta frente a su interlocutor: PASIVO, AGRESIVO Y ASERTIVO.

La mejor manera de entender en que consiste cada uno de ellos es a través de un ejemplo. Digamos que alguien le pide a otro que le deje la moto para un desplazamiento algo largo, pero la persona que debe prestarla no es muy dada a dejársela a nadie. Una persona pasiva diría “Bueno… te la presto”, pese a que no le gusta no es capaz de decir que no. Una persona agresiva diría “No me da la gana de prestártela”, defiende sus ideas de una manera desproporcionada y generando probablemente otros conflictos. ¿Qué haría la persona asertiva? “Lo lamento, no me gusta prestarla, no es nada personal”. La persona asertiva sabe respetar al otro, sin dejar de respetarse a si mismo. Se trata de una persona que complementa muy bien su parte racional con la emocional, tomando como punto de partida ella misma pero cuidando el como su interlocutor se pueda sentir, empatizando Son personas con un grado de autoconfianza elevado y muy autónomos.

¿Dónde puede estar la causa de que una persona no sea asertiva?

- Desde niño los padres o cuidadores han castigado los comportamientos asertivos de manera contundente, bien sea castigándolo, reprimiéndolo o diciéndole que este tipo de comportamientos no están permitidos en casa. Ejemplo: “Los niños buenos no responden a sus padres”. De esta manera el niño recibe la información de que no se puede expresar cuando los padres hablan, porque éstos no se lo permiten.
- Los padres o cuidadores no refuerzan el comportamiento asertivo, aunque tampoco lo castigan, por lo que el niño no ha aprendido a valorarlo.
- Las personas no reconocen en los demás una señal de aprobación por su comportamiento asertivo, por lo que no darán valor a desarrollar esta comunicación.
- La persona es reforzada por ser sumisa y acatar lo que se le diga, ¿Por qué? Porque de esta manera encuentra el apoyo, la atención y la protección de los demás.
- La persona es reforzada por su conducta agresiva. ¿Qué consigue con ello? La atención de los demás, el sentir la satisfacción de sentirse superior y el conseguir lo que quiere.

En conclusión podemos decir que la asertividad es la mejor manera de comunicación que podemos emplear, respeta nuestros pensamientos y emociones y evita dejarse manipular por los de los demás. Es algo importante a tener en cuenta cuando queremos trabajar la autoestima y sentirnos aceptados mutuamente.
(Fuente: CIARA MOLINA)

martes, 14 de abril de 2015

5 creencias que nos alejan de la felicidad



¿Quién no tiene ese amigo o conocido que parece estar siempre feliz? De hecho, parece tan feliz que por momentos puede llegar a irritarnos su actitud positiva inquebrantable… Todo bajo la creencia de que no tiene derecho a mostrar dicha actitud, porque en realidad no todo es tan positivo como para manifestar ese grado de alegría, ¿Verdad? Lo cierto es que, a pesar de ello,todos buscamos la felicidad, es nuestro fin último, pero secretamente valoramos como incorrecto ver a alguien tan feliz.

No obstante, ¿Pensaríamos igual si estuviésemos en su lugar?

Esa persona se muestra así porque LA CAPACIDAD DE SER FELIZ RESIDE EN SÍ MISMO; la felicidad es un estado y no un fin. Si tienes tus necesidades básicas cubiertas y no eres feliz, te traemos algunas posibles causas de tu miseria emocional: cinco creencias que te están manteniendo alejado de la felicidad

1. La creencia de que la vida es justa

La vida no es siempre justa, pero tampoco es injusta en todas las ocasiones. Es verdad, nada parece lo suficientemente positivo como para ponerse feliz por ello… pero nunca habrá algo totalmente positivo, ni algo totalmente negativo. No pierdas más tiempo y energía deseando un imposible: que el mundo sea justo. Mejor invierte tus esfuerzos en hacer de tu día a día algo mejor y sé justo contigo mismo y con los demás.

2. La creencia de que el riesgo acabará mal

Desde que somos bebés, la vida consiste en arriesgarse. Aunque no nos acordemos, en algún momento de nuestros primeros meses, nos arriesgamos: nos levantamos y anduvimos a pesar de la inseguridad que sentíamos haciéndolo. Solo así empezamos a dar pasos hacia nuestro futuro.
Mantenerte en el camino fácil te protegerá a corto plazo, pero no avanzarás en la vida y esto te llevará a la frustración y a la apatía a largo plazo. Por el contrario, las personas felices son como el bebé que se levanta y anda: se desvían del camino, porque aunque sea difícil en ese momento, abrirán un abanico de posibilidades que, lejos de mantenerlas frustradas, las ayudará a desarrollarse e incrementará sus posibilidades de ser felices.

3. La creencia de que tienes el control sobre todo

No tienes el control sobre todo: la vida es un mar de sorpresas, algunas malas… ¡pero otras buenas! Esto no tiene por qué asustarte. No gastes fuerzas intentando controlarlo todo porque nunca sabrás cómo va a salir algo... y eso es lo que le da sentido a nuestras vidas, no saber qué viene después y, así, seguir caminando y descubriendo.

4. La creencia de que sufrir es malo

Imagínate que algo sale mal. Sufrirás… y muchos sufren por estar sufriendo. Pero ¿sabes qué?Sufrir no es malo. La naturaleza es imprevisible, así que hay que adaptarse para sobrevivir. Sufrir es normal, ¿acaso no sería alarmante que te ocurriese algo malo y no sufrieses por ello? Si no sufriésemos, caeríamos una y otra vez en el mismo error, porque no aprenderíamos que tal error trae consecuencias negativas y no avanzaríamos, nos anclaríamos, no nos adaptaríamos.

5. La creencia de que los demás son mejores que tú

Todos tenemos virtudes y defectos, pero creemos que los demás son mejores que nosotros… ¡gran falacia! Esto que nos ocurre es un mecanismo puramente adaptativo. Cuanto mejores seamos, mejor nos adaptaremos, más fuertes seremos y sobreviviremos. Por ello, nuestro cerebro se fijará en lo que los demás hacen bien, para que seamos conscientes de que podríamos hacer ese algo mejor aunque, tal vez, ni siquiera nos sea útil.
Conoce a tu cerebro y engáñalo, ¡véncele en combate! Como seres humanos, todos tenemos la misma capacidad para experimentar felicidad, dolor, necesidad y confort. Usa estas capacidades comunes centrándote en tus fortalezas y huyendo de la necesidad de aprobación por parte de los demás. Todos estamos aprobados, cada uno a nuestra manera.
(Fuente: la mente es maravillosa)

sábado, 11 de abril de 2015

Aprende a ser feliz

Es posible aprender a ser feliz. En este vídeo se nos dan alguna de las claves para lograrlo

martes, 7 de abril de 2015

¿Como podemos ser más resilientes?




A veces la vida nos pone a prueba, nos plantea situaciones que superan nuestras capacidades: una enfermedad, una ruptura de pareja particularmente dolorosa, la muerte de un ser querido, el fracaso de un sueño largamente anhelado, problemas económicos… Existen diferentes circunstancias que nos pueden llevar al límite y hacer que nos cuestionemos si tenemos la fuerza y la voluntad necesarias para continuar adelante. En este punto tenemos dos opciones: dejarnos vencer y sentir que hemos fracasado o sobreponernos y salir fortalecidos, apostar por la resiliencia.

La resiliencia es una capacidad que nos permite afrontar las crisis o situaciones traumáticas y salir fortalecidos de ellas. La resiliencia implica reestructurar nuestros recursos psicológicos en función de las nuevas circunstancias y de nuestras necesidades. De esta manera, las personas resilientes no solo son capaces de sobreponerse a las adversidades que les ha tocado vivir, sino que van un paso más allá y utilizan esas situaciones para crecer y desarrollar al máximo su potencial.

Para las personas resilientes no existe una vida dura, sino momentos difíciles.Se trata de una manera más optimista de ver el mundo ya que son conscientes de que después de la tormenta llega la calma. De hecho, estas personas a menudo sorprenden por su buen humor y nos hacen preguntarnos cómo es posible que, después de todo lo que han pasado, puedan afrontar la vida con una sonrisa en los labios.

 ¿Cómo podemos ser más resilientes?

La resiliencia no es una cualidad innata, no está impresa en nuestros genes, aunque sí puede haber una tendencia genética que puede predisponer a tener un “buen carácter”.La resiliencia es algo que todos podemos desarrollar a lo largo de la vida. Hay personas que son resilientes porque han tenido en sus padres o en alguien cercano un modelo de resiliencia a seguir, mientras que otras han encontrado el camino por sí solas. Esto nos indica que todos podemos ser resilientes, siempre y cuando cambiemos algunos de nuestros hábitos y creencias.
De hecho, las personas resilientes no nacen, se hacen, lo cual significa que han tenido que luchar contra situaciones adversas o que han probado varias veces el sabor del fracaso y no se han dado por vencidas. Al encontrarse al borde del abismo, han dado lo mejor de sí y han desarrollado las habilidades necesarias para enfrentar los diferentes retos de la vida.

¿Qué caracteriza a una persona resiliente?

Las personas que practican la resiliencia:
- Son conscientes de sus potencialidades y limitaciones. 
El autoconocimiento es un arma muy poderosa para enfrentar las adversidades y los retos, y las personas resilientes saben usarla a su favor. Estas personas saben cuáles son sus principales fortalezas y habilidades, así como sus limitaciones. De esta manera pueden trazarse metas más objetivas que no solo tienen en cuenta sus necesidades y sueños, sino también los recursos de los que disponen para conseguirlas.
- Son creativas. 
La persona con una alta capacidad de resiliencia no se limita a intentar pegar el jarrón roto, es consciente de que ya nunca a volverá a ser el mismo. El resiliente hará un mosaico con los trozos rotos, y transformará su experiencia dolorosa en algo bello o útil. De lo vil, saca lo precioso.
- Confían en sus capacidades. 
Al ser conscientes de sus potencialidades y limitaciones, las personas resilientes confían en lo que son capaces de hacer. Si algo les caracteriza es que no pierden de vista sus objetivos y se sienten seguras de lo que pueden lograr. No obstante, también reconocen la importancia del trabajo en equipo y no se encierran en sí mismas, sino que saben cuándo es necesario pedir ayuda.
- Asumen las dificultades como una oportunidad para aprender. 
A lo largo de la vida enfrentamos muchas situaciones dolorosas que nos desmotivan, pero las personas resilientes son capaces de ver más allá de esos momentos y no desfallecen. Estas personas asumen las crisis como una oportunidad para generar un cambio, para aprender y crecer. Saben que esos momentos no serán eternos y que su futuro dependerá de la manera en que reaccionen. Cuando se enfrentan a una adversidad se preguntan: ¿qué puedo aprender yo de esto?
- Practican el mindfulness o conciencia plena. Aún sin ser conscientes de esta práctica milenaria, las personas resilientes tienen el hábito de estar plenamente presentes, de vivir en el aquí y ahora y de tienen una gran capacidad de aceptación. Para estas personas el pasado forma parte del ayer y no es una fuente de culpabilidad y zozobra mientras que el futuro no les aturde con su cuota de incertidumbre y preocupaciones. Son capaces de aceptar las experiencias tal y como se presentan e intentan sacarles el mayor provecho. 
-Disfrutan de los pequeños detalles y no han perdido su capacidad para asombrarse ante la vida.
- Ven la vida con objetividad, pero siempre a través de un prisma optimista. 
Las personas resilientes son muy objetivas, saben cuáles son sus potencialidades, los recursos que tienen a su alcance y sus metas, pero eso no implica que no sean optimistas. Al ser conscientes de que nada es completamente positivo ni negativo, se esfuerzan por centrarse en los aspectos positivos y disfrutan de los retos. Estas personas desarrollan un optimismo realista y están convencidas de que por muy oscura que se presente su jornada, el día siguiente puede ser mejor.
- Se rodean de personas que tienen una actitud positiva. 
Las personas que practican la resiliencia saben cultivar sus amistades, por lo que generalmente se rodean de personas que mantienen una actitud positiva ante la vida y evitan a aquellos que se comportan como vampiros emocionales. De esta forma, logran crear una sólida red de apoyo que les puede sostener en los momentos más difíciles.
- No intentan controlar las situaciones. 
Una de las principales fuentes de tensiones y estrés es el deseo de querer controlar todos los aspectos de nuestra vida. Por eso, cuando algo se nos escapa de entre las manos, nos sentimos culpables e inseguros. Sin embargo, las personas resilientes saben que es imposible controlar todas las situaciones, han aprendido a lidiar con la incertidumbre y se sienten cómodos aunque no tengan el control.
- Son flexibles ante los cambios. A pesar de que las personas resilientes tienen una autoimagen muy clara y saben perfectamente qué quieren lograr, también tienen la suficiente flexibilidad como para adaptar sus planes y cambiar sus metas cuando es necesario. Estas personas no se cierran al cambio y siempre están dispuestas a valorar diferentes alternativas, sin aferrarse obsesivamente a sus planes iniciales o a una única solución.
- Son tenaces en sus propósitos. 
El hecho de que las personas resilientes sean flexibles no implica que renuncien a sus metas, al contrario, si algo las distingue es su perseverancia y su capacidad de lucha. La diferencia estriba en que no luchan contra molinos de viento, sino que aprovechan el sentido de la corriente y fluyen con ella. Estas personas tienen una motivación intrínseca que les ayuda a mantenerse firmes y luchar por lo que se proponen.
- Afrontan la adversidad con humor. 
Una de las características esenciales de las personas resilientes es su sentido del humor, son capaces de reírse de la adversidad y sacar una broma de sus desdichas. La risa es su mejor aliada porque les ayuda a mantenerse optimistas y, sobre todo, les permite enfocarse en los aspectos positivos de las situaciones.
- Buscan la ayuda de los demás y el apoyo social. 
Cuando las personas resilientes pasan por un suceso potencialmente traumático su primer objetivo es superarlo, para ello, son conscientes de la importancia del apoyo social y no dudan en buscar ayuda profesional cuando lo necesitan.

La resiliencia en los niños

Si queremos que nuestros hijos afronten las dificultades de la vida con fortaleza es importante educarles en la capacidad de ser resilientes, para ello es fundamental nuestro ejemplo, no sobreprotegerles y sobre todo creer en ellos. No se trata de evitar que se caigan, sino de enseñarles a levantarse, y para ello tenemos que confiar en que ellos pueden. Por supuesto, tampoco se trata de exponerles a peligros o ambientes agresivos “para que se hagan más fuertes”. Aportar seguridad y protección es necesario. Algo importante que podemos preguntarles a los niños cuando tienen un contratiempo si queremos que aprendan a desarrollar la resiliencia es ¿qué puedes aprender de esto? o ¿qué puedes sacar bueno de esto que ha ocurrido?

lunes, 6 de abril de 2015

Ego grande, salud pequeña


¿Quién no conoce a alguien que pretende llevar siempre la razón? Este tipo de personas no acepta otros puntos de vista diferentes del suyo. Discute y defiende su razón como si le fuera la vida en ello. Querer estar siempre en lo correcto es uno de los mecanismos más poderosos del ego. Esta actitud egocéntrica lleva a aparentar seguridad, autoconfianza y conocimiento, y a intentar demostrar que uno es siempre mejor que los demás. Pero dejarse llevar por esta forma de pensamiento refleja, precisamente, lo contrario, según la teoría de Albert Ellis , creador de la Terapia Racional Emotiva, y autor de numerosos libros de autoayuda: “Querer ser superior a los demás genera un comportamiento inseguro y acarrea estrés y enfermedades psicosomáticas”.Fuente de aislamiento... y úlceras

Desde un punto de vista social, querer tener siempre la razón es un rasgo inútil. “Es la enfermedad crónica de la humanidad. Probablemente, uno de los motivos por los que más se han enfrentado las personas, las naciones y las religiones”, en palabras de Raimón Samsó, escritor y coach.

En el ámbito más personal, defender a ultranza la propia opinión como si fuera irrebatible es otro motivo de conflicto.“Es una fuente de aislamiento que deteriora las relaciones personales y la convivencia con las personas que nos rodean”.

Esta actitud no solo es un caudal permanente de conflictos con amigos, familiares y compañeros de trabajo. También es perjudicial para la salud. Diversos estudios realizados en la Universidad de Bradford (Reino Unido) descubrieron que el 62% de las personas que creía tener siempre la razón, sufría altos niveles de ira y estrés, lo que deprimía su sistema inmunológico.

 “Este es un asunto muy serio”, advierte Coney. “Conectarse armónicamente con los demás no solo evita problemas médicos, sino que ayuda en el proceso de recuperación de cualquier enfermedad”.

Desde el punto de vista del Coaching, cinco son las reglas de oro para no discutir:

1. Sea incondicionalmente constructivo, escuche al otro y póngase en su lugar.
2. Distánciese de su ego y de sus emociones negativas.
3. Nunca diga a su interlocutor que está equivocado.
4. No imponga a la fuerza su razón.
5. No se crea en posesión de la verdad. En una discusión lo mejor no es ganar, sino empatar. Busque la concesión negociada al estilo de Nietzsche: “Tú tienes tu manera y yo tengo la mía. La manera perfecta de hacer las cosas no existe”.

sábado, 4 de abril de 2015

Entrevista a Sergi Torres sobre la Felicidad

Sergi Torres está convencido de que el día en que seamos capaces de creernos que podemos aprender a ser felices   será una gran revolución para la Humanidad. Lo ha plasmado en un libro y una película, "Un puente a la realidad" y "Yo libre, un viaje al instante presente".
Esta entrevista para "la 2 de  rtve" nos cuenta las bases para lograrlo con una exquisita simplicidad.