miércoles, 22 de abril de 2020

¿Como te recordarás ti mismo en unos años respecto a esta pandemia?

Quiero compartir contigo un microcuento extraído del ‘Libro de los Abrazos’ de Eduardo Galeano, ‘Un mar de fueguitos”
“Un hombre del pueblo Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo. A la vuelta, contó una historia. Dijo que había contemplado desde arriba la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.
 -El mundo es eso-reveló- un montón de gente, un mar de fueguitos. Cada persona brilla con luz propia entre todas las demásNo hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tanta pasión que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca se enciende.”
Es precioso, ¿no os parece? Me ha hecho pensar en el fuego que quiero ser yo estos momentos, en la versión de mí mismo que quiero ofrecer a los demás… Sin duda, ¡me encantaría ofrecer la mejor versión, facilitar la vida de quien se cruce en mi camino vía Watshapp, Redes Sociales o Mail…! ¿Y vosotros?
Os invito a haceros el propósito a diario de dar lo mejor de nosotros a los que nos rodean, de poner las herramientas para hacer la vida más fácil al resto y así crear un buen recuerdo de nuestro paso por esta complicada situación. Con nuestros momentos bajos ¡por supuesto!, pero siempre buscando la mejor manera de vivir plenamente el día día.
Ahora, os vuelvo a repetir la pregunta:
¿Cómo recordarás tu YO de estos días dentro de unos años? ¿Serás un fuego que ni alumbra ni quema? ¿Un fuego sereno? ¿El fuego que llena el aire de chispas? O ¿El fuego que enciende al que se acerca a contemplarlo? ¿El fuego…?
(Fuente: Luis Galindo)

lunes, 20 de abril de 2020

Una propuesta para empezara a crecer en la adversidad durante el confinamiento

Chile. Inauguran el mayor centro de investigación nacional en cambio climático
Ha llegado a mis manos a través de Redes Sociales un relato del escritor italiano Alessandro Frezza, Se trata de una conversación entre el capitán de un barco y un marinero que se siente agobiado por no poder desembarcar en el Puerto a causa de una epidemia que les obliga a pasar la cuarentena en el barco. Reproduzco el fragmento de la conversación:
“- Capitán, el chico está preocupado y muy agitado debido a la cuarentena que nos han impuesto en el puerto, comunica uno de los marineros.
-¿Qué es lo que te inquieta chico? ¿Acaso no tienes bastante comida? ¿No duermes bastante?, pregunta el capitán al grumete.
-No es eso, capitán, no soporto no poder bajar a tierra y no poder abrazar a mi familia.
-¿Y si te dejaran bajar y estuvieras enfermo, soportarías la culpa de infectar a alguien que no puede aguantar la enfermedad?
-No me lo perdonaría nunca, aún si para mí han inventado esta peste.
-Puede ser. ¿Pero si no fuese así?
-Entiendo lo que queréis decir, pero me siento privado de la libertad capitán, me han privado de algo
-Y tú, prívate aún de algo más
-¿Me está tomando el pelo?
-En absoluto. Si te privan de algo sin responder de manera adecuada, has perdido.
-Entonces, según usted si me quitan algo, ¿para vencer debo quitarme alguna cosa más por mí mismo?
-Así lo hice en la cuarentena que viví hace 7 años.
– ¿Y qué es lo que os quitasteis?
-Tenía que esperar más de 20 días sobre el barco. Eran meses en los que esperaba llegar al puerto y gozar de la primavera en tierra. Hubo una epidemia. Nos vetaron bajar a Port April. Los primeros días fueron duros. Me sentía como vosotros. Luego empecé a contestar a aquellas imposiciones no utilizando la lógica.



Sabía que tras 21 días de este comportamiento se crea una costumbre, y en vez de lamentarme y crear costumbres desastrosas, empecé a portarme de manera diferente a todos los demás. Antes empecé a reflexionar sobre aquellos que tienen muchas privaciones cada día de su miserable vida y luego, decidí vencer.
Empecé con el alimento.  Me impuse comer la mitad de cuanto comía habitualmente, luego empecé a seleccionar los alimentos más digeribles, para que no se sobrecargase mi cuerpo, pasé a nutrirme de alimentos que, por tradición, habían mantenido al hombre en salud.
El paso siguiente fue unir a esto una depuración de pensamientos malsanos y tener cada vez más pensamientos elevados y nobles. Para ello, me impuse leer al menos una página cada día de un argumento que no conociera.
Me impuse hacer ejercicios sobre el puente del barco.
Un viejo hindú me había dicho años antes, que el cuerpo se potenciaba reteniendo el aliento. Me impuse hacer profundas respiraciones completas cada mañana. Creo que mis pulmones nunca habían llegado a tal capacidad y fuerza.
Por la tarde era la hora de las oraciones, la hora de dar las gracias a cualquier entidad por no haberme dado un destino de privaciones serias durante toda mi vida.
El hindú me había aconsejado también tener la costumbre de imaginar la luz entrar en mí y hacerme más fuerte. Podía funcionar también hacerlo para la gente querida que estaba lejos y así esta práctica también la integré en mi rutina diaria sobre el barco.
En vez de pensar en todo lo que no podía hacer, pensaba en lo que haría una vez bajara a tierra. Visualizaba las escenas cada día, las vivía intensamente y gozaba de la espera.
Todo lo que podemos obtener en seguida, nunca es interesante. La espera sirve para sublimar el deseo y hacerlo más poderoso. Me había privado de alimentos suculentos, de botellas de ron… Me había privado de jugar a las cartas, de dormir mucho, de ociar, de pensar solo en lo que me habían quitado.
-¿Cómo acabó capitán?”
-Adquirí todas aquellas costumbres nuevas. Me dejaron bajar después de mucho más tiempo del previsto.
-¿Os privaron de la primavera entonces?
-Si, aquel año me privaron de la primavera, y de muchas cosas más, pero yo había florecido igualmente, me había llevado la primavera dentro, y nadie nunca más habría podido quitármela”
Seria estupendo salir de esta situación con un nuevo aprendizaje , para salir fortalecido de ella. Ir más allá de los miedos iniciales. Transformar esos miedos que nos bloquearon en un primer momento en un trabajo de crecimiento interior. ¡Porque es normal tener miedo! ¡Y es normal sentirse vulnerable!  Tener miedo a la enfermedad, temer por nosotros y por nuestra familia y amigos, temer por la incertidumbre económica o por lo que nos deparará el futuro, tener momentos más bajos anímicamente, encontrarnos tristes por los datos que nos transmiten, momentos de rabia e incomprensión sobre la situación… ¡Es totalmente normal!
Pero hoy os quiero pedir un esfuerzo. Un pequeño-gran esfuerzo. Como bien dice en el cuento, para adquirir un hábito hace falta realizar una acción vinculada con este hábito durante un periodo de tiempo de unos 20 o 21 días. Pues bien, en este post, os quiero emplazar a que os iniciéis en algún hábito que lleváis tiempo anhelando y que, ahora, por la situación actual en la que nos encontramos podemos llevarlo a término. Os propongo que os marquéis objetivos que supongan un crecimiento personal. Bien sea aprender a cocinar, perfeccionar un idioma, acompañar a vuestros hijos en sus tareas o dedicar una parte del día a la lectura o a la música, iniciarse en la meditación, en el ejercicio… ¡Lo importante es que esté vinculado con alcanzar una meta que siempre habéis deseado!
Una vez marcado ese objetivo, tenéis que repetir esa acción durante un tiempo prudencial. Se estima que son 21 días para que lo incorpores a tu día a día. Cuando lo hayáis conseguido, es el momento de ir a por otro objetivo, a por otra meta que deseéis alcanzar… Poco a poco, paso a paso… . Incorporando hábitos sin presiones, sin importar si un día nos cuesta más que otro, incluso, sin importar si un día no lo realizamos … ¡porque volveremos a incorporarlo en los próximos días!
¿Os imagináis saliendo de esta situación más fuertes como personas? ¿Más ricos interiormente? ¿Con la primavera dentro de cada uno de nosotros como el capitán del barco italiano?
(Fuente: Luis Galindo)

miércoles, 19 de febrero de 2020

Descubrir tus valores, es darle sentido a tu vida

A lo largo la vida las personas tienen que hacer una revisión de sus valores para poder alcanzar el sentido: saber qué es lo que te importa y lo que no, para actuar en consecuencia y dirigirte a ello.
Da igual que «a priori» esos valores sean superficiales, difíciles de alcanzar o que impliquen un sacrificio a largo plazo: simplemente a ti son los que te hacen feliz y estar bien contigo misma/o.
Pero surgen algunas preguntas: ¿Qué pasa cuándo no los tengo claros? …Pues muy probablemente, me vaya a encontrar perdido/a. Por ello, vamos a ver unas metáforas y ejercicios que ayuden a que estos valores salgan a la luz. Porque descubrir tus valores es darle sentido a tu vida.

La metáfora del «Acto homenaje»

Este es un ejercicio de reflexión intenso y algo duro pero revelador y hermoso a la vez, así que te animo a hacerlo cuando creas que puedas, prestando la máxima atención Vamos a ver el relato de una metáfora para que después reflexiones acerca de ella:
«Imagina que realizan un acto para recordarte cuando ya no estés. En él, se encuentran las personas que han pasado por tu vida y que han supuesto algo para ti.
Tienen que leer lo que para ellos fuiste en la vida, lo que representaste para ellos y los demás. Leerán en voz alta : «Mi hermana, mi amiga, mi madre….una persona que se caracterizó por….». Bien, ahora quiero que pienses que es lo que te gustaría que ellos dijesen de ti, cómo te gustaría que se te recordarse.
Seguramente te disgustaría que leyeran «Mi amiga, una persona que por miedo no se atrevió a luchar por lo que sentía», «mi madre, que no tuvo suficiente tiempo para mi». Creo que a ninguno de nosotros nos gustaría escuchar eso. Así que piensa cómo te gustaría que se describiese tu paso por el mundo.
Si te gustaría que se contasen que has sido una buena amiga, alguien capaz de sobreponerse a las dificultades. Alguien que luchó por lo que quería y vivió la vida en base a sus convicciones. Reflexiona y escríbelo. Ahí tienes la primera información relevante, inferida y a grandes rasgos….de lo que a ti te importa, y por tanto; tus valores».
Esta metáfora nos pone en conexión con nuestro yo más íntimo. Muchas personas pasan por graves crisis de identidad y existenciales, y necesitan poner en orden lo que sienten y lo que quieren para caminar con sentido.Veamos ahora otra metáfora que te ayudará a perfilar lo que ya con ésta has obtenido en claro.

La metáfora de las malas hierbas y las flores

Puede ser que sepas cuáles son los valores a los que quieres encomendar tu vida, para que ésta tenga sentido y suponga un viaje agradable. Sin embargo, a veces es cómo si fuera imposible llevarlo a cabo.
Tu mente te juega malas pasadas  y los recuerdos, traumas y decepciones del pasado ocupan más tiempo y espacio en tu mente que tus logros y motivaciones. Vamos a intentar que aclares algo de esto para que puedas caminar más ligero, con sentido pero tolerando y aceptando el malestar que todo camino vital tiene:
«Imagina que tienes un jardín. Está lleno de preciosas rosas que quieres mantener.El jardín es importante para ti y conseguir mantener esas rosas y lograr que salgan otras flores sería fantástico para ti. Pero en el jardín hay también malas hierbas.
A veces pasas mucho tiempo quitando malas hierbas, pero éstas salen cada vez más fuertes y en más espacios.Por tu insistencia en que no haya en tu jardín malas hierbas, has descuidado las rosas, aquello que es lo que le da sentido a tu jardín. Se han llegado a marchitar.
Las rosas están marchitas y las malas hierbas se ven ahora más que nunca. Antes casi no se veían, porque hubo un tiempo en el que te dedicaste a tus rosas y a dejar estar las malas hierbas que nacen en cualquier jardín, pero que se quedan muy pequeñas ante la rotundidad y belleza de las grandes rosas rojas».
Reflexiona acerca de esta metáfora, y ponla en relación con lo que sucede en tu vida y tu mente : ¿Desde hace cuanto tiempo has dedicado más tiempo a eliminar malos sentimientos y pensamientos, que a luchar por lo que realmente quieres en tu vida? 
Porque los malos pensamientos son como las malas hierbas de tu jardíncuanto más te empeñas en eliminarlos, más presentes se hacen. Si los dejas estar y toleras el malestar que a veces te producen, tendrán mucho más tiempo para dedicar a esas rosas importantes en tu vida: tu independencia, autosuficiencia, viajes,pasión, superación o calma.
Tienes que luchar por aquello por lo que solo TÚ consideras importante en tu vida, sin compararte con nadie. Tus rosas, tus valores, no merecen que tu tiempo se dedique a prestar atención solo a las malas hierbas.

Diseñando la estrategia y el camino a los valores

Ahora necesitas  organizar tu estrategia para conseguir los valores que has detectado tras la reflexión de las metáforas, poniendo énfasis en lo que puedes hacer a partir ahora para conseguirlo.
Identifica las áreas valiosas de tu vida (familia, amigos, ocio, formación…etc); y establece una dirección valiosa para cada una de ellas. Escribe las acciones que estás dispuesto/a a hacer para alcanzarlas y las barreras (psicológicas y ambientales) que te ponen difícil obtener esa dirección valiosa.
Si la dirección valiosa es aprobar una oposición, establece acciones concretas a largo plazo para conseguirlo (estudio, organización del tiempo, temario, renuncias), y también las barreras que crees que tienes y que te ponen difícil esa camino (inseguridad, inestabilidad…).
Y no te olvides de hacerte otra pregunta : ¿Si no tuvieras ese problema, qué harías en tu vida para ser feliz?… Te das cuenta de que los problemas se toleran cuando de verdad algo te compensa. Porque «quién tiene un porqué, podrá soportar cualquier cómo».
(Fuente: Cristina Roda Rivera)