domingo, 13 de diciembre de 2015

No es más inteligente el que más nota saca


Durante muchos años se ha creído que el niño que mejor sumaba y restaba o el que más nota sacaba de la clase era el más inteligente. Nadie preguntaba si ese niño sabía cantar, o cómo se relacionaba con los demás. En los últimos años, esto ha cambiado. Ahora se sabe que debemos educar para resolver los problemas que nos encontremos en la vida, no para destacar en el colegio», asegura Esperanza García Ruíz, coordinadora pedagógica de las escuelas infantiles Alaria y asesora de la juguetería Imaginarium.
El responsable de este radical giro en la educación, es el psicólogo norteamericano Howard Gardner, Príncipe de Asturias en la categoría de Ciencias Sociales por su teoría de las ocho inteligencias: la lingüística, la lógico-matemática, la visual-espacial (dibujar, interpretar un mapa), la musical, la corporal (danza, deportes), la intrapersonal (conocimiento de uno mismo), la interpersonal (conocimiento de los demás) y la naturalista (observación y clasificación de las cosas).
Este concepto, dado a conocer por este laureado profesor de Harvard allá por los años ochenta, está ahora más en boga que nunca. De hecho su tesis, además de reconocer al máximo nivel capacidades que antes eran menospreciadas frente a las habilidades académicas tradicionales, ha obligado a muchos pedagogos a intentar replantear el sistema educativo. Aunque en las primeras etapas todos tenemos que aprender lo mismo, no todos lo hacemos de la misma forma, ni en el mismo momento. Cada uno tiene sus tiempos, y es importante respetarlos.
Las familias también tienen mucho que decir de esto. Es importante que los padres sepan que ninguna inteligencia es más que la otra. Todas son igual de importantes.Es fundamental que los padres sepan detectar cuanto antes en qué destacan, qué es lo que más les gusta a sus hijos, o aquello que les resulta más fácil aprender. Y ojo, porque muchos deben hacer un gran esfuerzo por ser realistas y separar entre lo que a ellos les gustaría que fuera el niño y lo que este de verdad es. Como dice Gardner, es crucial no proyectar en ellos tus prioridades, pasiones ni debilidades. También deben conocer aquello que más les cuesta, para darles apoyo en esa área.
¿Cómo? Ofreciéndoles estímulos de todo tipo para que jueguen, manipulen, se muevan… Los niños aprenden jugando. Pero igual de importante es saber ilusionar a los más pequeños en el aprendizaje. Además los padres se pueden llevar más de una sorpresa. La inteligencia no es estática y, por fortuna, el ser humano está aprendiendo durante toda su vida.
(Fuente: auladeideas)

martes, 8 de diciembre de 2015

La rebelión adolescente en seno de la familia



La adolescencia es una etapa complicada, supone la transición de la niñez a la vida adulta y está repleta de cambios en diferentes ámbitos, físicos, cognitivos, emocionales, sociales, sexuales, etc. Es una etapa, por lo tanto, de preparación, de maduración, de búsqueda de la identidad y desarrollo de la personalidad. 
Los adolescentes de repente se encuentran con un cuerpo de adultos, con una capacidad cognitiva de adulto, con un rol social que les exige demandas de adultos, sienten y piensan de manera diferente, pero aún no han aprendido a desenvolverse con estos nuevos factores, aún no saben desenvolverse en las nuevas situaciones. Están con las emociones a flor de piel y una revolución hormonal en marcha, buscando su propia identidad y desarrollando su personalidad.

El adolescente y la familia
Para las familias, enfrentarse a la tarea de educar a un hijo/a adolescente, puede convertirse en una ardua tarea, en ocasiones bastante complicada. Es una nueva etapa en la que es importante reajustarse al nuevo rol de los adolescentes, ya no son niños/as y por lo tanto requieren dejar de ser tratados como niños/as, e ir desarrollando su autonomía e independencia al tiempo que reafirman su identidad y personalidad. Sin embargo, tampoco son adultos y por lo tanto, no pueden enfrentarse por sí solos a demandas de adultos, aunque ya hayan alcanzado las capacidades de un adulto, les falta la experiencia y el aprendizaje que les permita desenvolverse con éxito.

Todo esto es una complicada tarea para las familias, que deben enfrentarse también a los cambios que experimentan los adolescentes y las repercusiones de estos cambios y esta etapa. Las emociones a flor de piel y la necesidad de reafirmarse, junto con la desorientación que viven al enfrentarse a múltiples cambios, conllevan a una situación donde predomina la rebeldía y los conflictos son constantes.

La rebeldía adolescente en el seno de la familia
Es habitual que sea en el seno de la familia, donde los adolescentes dejen salir su rebeldía. Su necesidad de reafirmarse y desarrollar su autonomía, hacen que tiendan a cuestionarse y transgredir las normas establecidas. Aunque esto sea un quebradero de cabeza para las familias, es algo normal y necesario para su desarrollo sano. Si queremos que sean adultos con una personalidad madura y con propio criterio, es importante entender que deben desarrollar su autonomía y cuestionar lo establecido.

Es muy habitual observar como los adolescentes, entran en conflicto y responden, defendiendo su punto de vista e incluso atacando el punto de vista ajeno (cuando no, a la persona ajena). Esta conducta tiene su explicación, están ensayando maneras de comportarse, es una preparación para afrontar conflictos (como adultos que tienen su propio criterio), en diferentes situaciones. Es importante conocer todas estas características de los adolescentes y su conducta, para poder guiarles y orientales en su proceso de desarrollo.

10 Claves para tratar con la rebeldía adolescente
- Entiende la etapa por la que están pasando y ten mucha paciencia.
- No te lo tomes como algo personal o como algo que sea culpa tuya. Es una etapa natural y necesaria, por lo tanto no puedes evitar la rebeldía.
- Permite que desarrollen su autonomía y su responsabilidad. Déjales decidir en pequeñas cosas, y poco a poco deja que sean más las decisiones que vayan tomando.
- Procura no estar siempre encima de ellos/as. En la adolescencia el grupo de amigos cobra más importancia, y la familia queda un poco de lado (en comparación con etapas anteriores). Es necesario para su desarrollo social y para reafirmar su identidad. No puedes controlar todo, ni saberlo todo y menos cuanto más lo intentes. En esta etapa tenemos que aprender a estar pendientes de ellos, desde la distancia. Dejar que actúen por si solos, observando como lo hacen y guiando su conducta.
- Procura no entrar en discusiones con ellos. Para ello es bueno ofrecerles opciones, si les das a elegir entre varias opciones, no podrán oponerse a lo que hayan elegido.
- Escúchales de forma activa. Procura ir más allá de lo que dicen y llegar a la emoción que subyace debajo. Muéstrales tu comprensión, pero mantente firme en lo establecido.
- Cuida y refuerza su autoestima. Critica las acciones y no a ellos, emplea el elogio creíble, no etiquetes, ni compares y acéptales tal y como son.
- No les trates como a niños/as, ya no lo son.
- Educa con tu ejemplo. Evita para ello los gritos y muéstrales maneras de discutir y defender la opinión de cada uno, sin atacar a nadie.
- Déjales su espacio y respeta su intimidad. En esta edad necesita  su intimidad, como espacio para reafirmarse más que en etapas anteriores. Estar con uno mismo les ayuda a conocerse.
(Fuente: Celia Rodriguez)

jueves, 3 de diciembre de 2015

Trucos para frenar la "rumia mental"

Le tenía que haber dicho aquello, ¿por qué no fui a esa cita?, le diré esto cuando le vea… ¿Te suenan estas frases? ¿Te las repites una y otra vez en silencio? Si es así, bienvenido a la rumia mental o dicho de otro modo, al arte de" comerse la coco" sin ningún sentido.Nos estrujamos la cabeza para aprender, para planificar el futuro o para no volver a cometer errores. Hasta aquí todo bien. El problema surge cuando confundimos ocuparse con preocuparse. Lo primero es necesario y gracias a ello, hemos conseguido evolucionar como especie. Sin embargo, la preocupación constante, la rumia mental, no solo no ayuda, sino que nos debilita por dentro. Nos hace claramente infelices, porque¿quién podría sentirse bien con alguien recordándole todo el rato que se ha equivocado, que es un inútil, que mira lo que el otro ha pensado de ti, etc., etc.? El problema es que ese “alguien” está en nuestra cabeza y no siempre es fácil darle esquinazo. Así que seamos prácticos. Asumamos que tenemos esta “habilidad” de auto amargarnos y busquemos algunas claves que nos alivien para llevarnos un poco mejor con nosotros mismos.
1. Contempla las emociones, no te embarres en ellas
Una cosa es sentirse mal por haberse equivocado y otra es regodearse en el lodo del error. O pensar que algo puede ir mal a estar agobiado por un futuro que no sabemos si va a existir. ¿Solución? Volver al momento presente. ¿Cómo? Con el cuerpo, el mejor de los presentes que hay.
Cuando uno se concentra en la respiración, en bailar, en el deporte… en todas las sensaciones corporales posibles deja la cabeza de dar vueltas por el pasado y por el futuro. El motivo es fácil: el cuerpo está solo en el presente. Cuando nos fijamos en lo que hay en el presente no hay miedo ni estrés. Por eso, una de las técnicas que más éxito está teniendo en los últimos tiempos es el mindfulness y que consigue reducir la rumia mental en un 30 por ciento y el malestar después de ocho semanas de entrenamiento.
Ahora bien, la contemplación de las emociones requiere entrenamiento y es la mejor alternativa, pero si te cuesta, busca otros cortafuegos, como pensar en tu respiración, hacer trabajos manuales que te distraigan poniendo la atención en ellos (claro, no consiste en construir aviones o tejer punto y seguir con la cabeza dándole vueltas), hacer deporte y centrarte en los pasos que das y toda aquella actividad que te requiera movimiento y que te haga estar en el presente.
2. Tranquilízate. Nuestra cabeza suele agrandar los errores
Solemos agrandar el impacto de lo que hemos hecho a otros (no todo el mundo, de acuerdo. Hay gente profundamente narcisista, pero son la minoría). Nos repetimos mil veces lo mal que hemos quedado en un momento dado delante de la gente y nos olvidamos que el resto tienen la misma habilidad de torturarse a sí mismos, por lo que van a dedicar un tiempo maravilloso en recordarse sus propios errores y no tanto criticar los nuestros. Además, la memoria es selectiva. Recordamos aquello que queremos recordar. Y mientras tú lo puedes ver muy oscuro, el resto lo puede recordar como gris. Por ello,ante un error del pasado, por ejemplo, acéptalo (no te pelees en justificarte, que eso crea más rumia mental), saca aprendizajes y no magnifiques lo que los demás han pensado de ti. Muy probablemente estés equivocado. 
3. Deja la bola de cristal
Atención al dato: se estima que el 92 por ciento de nuestros miedos son inventados.Cuando pensamos en el futuro subestimamos nuestras capacidades de rehacernos de los posibles golpes. Por eso, nos llenamos de miedos, que no son otra cosa que rumia mental. Por ello, confía más en ti y ten previsto otras alternativas ante un error posible. Si has salido en el pasado de momentos difíciles, ¿quién te dice que no lo vas a lograr en el futuro? Así que deja la bola de cristal que solo ve cosas oscuras y vuelve al presente y a tus posibilidades reales.
4. Crea un espacio amable dentro de ti
Y por último, trátate un poco mejor. Sé consciente cuando te dices perlas tipo “mira que soy idiota” o cosas así (o peores) y no consientas que nadie ni tú mismo te trate mal.No lo necesitas para mejorar. Presta atención y siente un poco de compasión por ti mismo. Al fin y al cabo, todos somos humanos.
(Fuente: Pilar Jerico)