viernes, 30 de mayo de 2014

El valor de lo cotidiano


Cuentan que, en cierta ocasión, un joven simple pidió entrar como novicio en un templo zen. 
El abad accedió, pero viendo su escasa capacidad para realizar incluso las tareas mas fáciles, decidió encargarle que barriera bien el patio todos los días. Así pasaron las semanas, los meses y los años, y el joven simple se afanó en barrer minuciosamente el patio durante todos los días de su vida. 
Lloviera, nevara, hiciera calor o viento, estuviera enfermo o cansado, el joven simple no dejó jamás de barrer cuidadosamente el patio con su vieja escoba.
Nunca antes se había visto el patio más limpio. 
Una mañana, el abad se fijó mas detenidamente  en «el monje de la escoba» y percibió como si algo apenas visible, pero muy especial, emanara de él, algo que provocaba respeto y reconocimiento, algo en lo que antes no había reparado, acostumbrado como estaba a verlo un día tras otro, casi formando ya parte del paisaje del patio. El semblante de su rostro emanaba verdadera paz interior, verdadera sabiduría. 
Llegó ante él, lo invitó a dejar la escoba un momento, y le propuso algunas preguntas de hondo contenido espiritual. Minutos después, el abad unió las manos sobre su pecho y se inclinó ante el monje simple con una profunda reverencia: había descubierto a un auténtico iluminado.
-¿Cómo has alcanzado este estado? -le preguntó el abad-. Tú no has recibido enseñanza de los maestros del templo y ni siquiera has leído las escrituras, tampoco has meditado durante horas junto a los demás monjes, únicamente te has dedicado a barrer el patio todos los días, mañana y tarde.
-Dices bien querido abad -contestó el monje-, Mi mejor maestro ha sido la escoba, que me mostró el valor del silencio, de la humildad y del servicio; mis escrituras han sido el polvo seco del verano, las hojas del otoño, las lluvias de primavera y la nieve del invierno; y mi meditación ha estado siempre presente en la intención de barrer lo mejor que he sabido y he podido, viviendo ese momento siempre en el mas absoluto aquí y ahora. 
Oídas aquellas palabras, el abad humildemente se retiró en silencio y el monje continuó barriendo con su escoba.

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