«Yo no quise asesinar el cociente intelectual», confesó el psicólogo Howard Gardner, premio príncipe de Asturias de Ciencias Sociales. El fue uno de los primeros en acuchillar la idea de que la inteligencia se fundamenta únicamente en memoria y habilidades matemáticas o lingüísticas. Antes de la irrupción de la denominada «inteligencia emocional» que popularizó en 1995 David Goleman, ya Gardner expuso en 1983 que la inteligencia no era una, sino muchas.
Según Gardner, el cerebro humano encierra ocho tipos de inteligencia : inteligencia lingüística, lógico-matemática, visual-espacial, musical, corporal-kinestética, intrapersonal, interpersonal y naturalista. Cada una de ellas es independiente del resto pero para afrontar diferentes talentos o problemas pueden intervenir varias. El desarrollo de esas inteligencias es diferente en cada individuo, de modo que el reto educativo es potenciar las específicas.
Howard Gardner expuso qué en 1980. «Entonces yo estudiaba a niños con talentos artísticos y a adultos con daños cerebrales. Me pasaba el día de camino a colegios y a hospitales. Comprobé que había niños superdotados en música, pero con dificultades de lectura, o personas geniales en matemáticas que se perdían de camino a casa. Por otro lado, al analizar personas que habían sufrido ictus comprobé cómo les afectaban los daños en las distintas partes del cerebro», explicó. Con la reflexión sobre esos datos, pasada por el filtro de otras disciplinas, Gardner enunció la idea de que en el cerebro no existe una única inteligencia cuantificable, sino hasta ocho inteligencias.
«Aun diría que puede haber nueve o diez. La novena sería la inteligencia existencial, que lleva a formular grandes preguntas trascendentes; la décima, la pedagógica, la capacidad de comunicar el saber», añadió. Su salto fue identificar esas capacidades como verdaderas inteligencias y no meros talentos. «El cerebro no es un ordenador, sino que son varios», resumió. Y se preguntó: «¿Por qué los que tienen habilidades matemáticas van a ser inteligentes y los que tienen otras simplemente talentosos?».
En un mundo conectado, inmersos de pleno en la sociedad del conocimiento, Gardner cree que ahora es posible personalizar la educación «más que en ningún otro momento de la Historia». «Antes sólo los muy ricos tenían un tutor personalizado, pero ahora no tenemos que enseñar todo igual a todo el mundo: hay muchas formas de aprender y enseñar», destacó. Y ante esa evidencia indicó irónicamente que «los ministros de Educación son los únicos que no entienden que vivimos en este tiempo».
El psicólogo estadounidense señaló que una de las claves para enseñar a desarrollar la inteligencia que emana de las emociones es «con modelos humanos». «Cuando fui padre descubrí dos cosas: la primera, que los niños nunca escuchan lo que dices pero se fijan en lo que haces; la segunda, que nada de lo que se dice en la mesa a la hora de la cena se olvida jamás», indicó gráficamente. Esto es, el ejemplo y el reconocimiento público de los errores son la mejor forma de enseñanza.
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