Hace cierto tiempo, en la época de la gran recesión económica de Estados Unidos, un hombre decidió que durante las fiestas de Navidad de aquel año no habría dinero para grandes regalos.
Pensó que quizás comprando un gran rollo de papel metalizado con dibujos navideños podía alegrar los regalos y sustituir así el contenido caro que no podía permitirse.
El fin de semana decidió dedicar el sábado a hacer paquetes con las golosinas que había comprado como regalos.
Cuando abrió el armario de la despensa que había bajo la escalera y descubrió que el tubo de cartón en el que estaba el papel estaba vacío explotó de furia.
- ¿Quién ha usado el papel metalizado que estaba en el armario? – empezó a gritar - ¿Quién ha sido? Ese papel es carísimo ¿Para que lo habéis utilizado?
continuó gritando furioso hasta que su hija de cuatro años se le acercó con la cabeza baja y le dijo.
- He sido yo papá …. yo lo he usado
- ¿Lo ha usado tú sin permiso?
- Si … papá – dijo la niña a punto de llorar
- Ese papel era carísimo señorita. I no era para jugar, era para envolver los regalos de Navidad.
- Es que … - intentó explicar la pequeña.
- Es que eres una mal educada. Tu padre trabaja como un burro todo el día para que en casa no falte de nada y cuando compro una cosa para que todos tengáis regalos, tú ….
- Pero, papá…
- Calla y escucha ¡ Tendrías que haber preguntado si podías utilizar el papel ¡
- No lo podía preguntar papá porque …. era una sorpresa.
- ¿Qué era una sorpresa? ¿Cuál era la sorpresa ¿ ¿Qué ya no habría papel para envolver los regalos?
- No papá, es que lo he usado para envolver un regalo sorpresa.
- Ah si? Un regalo .. todo el papel para un solo regalo y ¿Para quién era el regalo sorpresa si puede saberse? – preguntó el padre gritando.
La niña había empezado a gimotear.
- Era … para ti papá.
- El hombre se quedó mudo. Se sintió como un monstruo por haber regañado a su hija que había envuelto un regalo para él. Después de un momento sintiéndose entre culpable y avergonzado por la reacción furiosa se animó a decir:
- Ohh … siento haberte gritado hija pero es que el papel era demasiado caro para usarlo en un solo regalo.
- Si papá … pero la caja era muy grande y ha quedado preciosa.
El hombre sintió que se enternecía y intentó suavizar la situación.
- De acuerdo, enséñame la caja, quizás podremos rescatar un poco de papel para envolver los regalos de todos.
Poco después la niña bajaba de su habitación con una enorme caja de su antigüa caja de muñecas enrollada por el ahora inútil papel metalizado.
- Feliz Navidad papá ¡! – dijo la niña alargando el paquete a su padre.
Invadido por la ternura de su hija, el padre intentó salvar el papel que pudo mientras se culpaba por no haberla escuchado.
Sin embargo, volvió a explotar de ira cuando al abrir la caja descubrió que no había nada en su interior.
- ¿Es que no sabes que cuando uno hace un regalo y envuelve una caja, gastando TODO el rollo de papel de regalo, se tiene que poner algo dentro?
La pequeña volvió a bajar la cabeza y con lágrimas en los ojos dijo:
- Es que la caja no está vacía papá … Yo soplé dentro setenta besos .. así cuando te marches de viaje, como yo no puedo ir contigo te llevarás los besos que yo te regalé por Navidad.
El padre sintió que se fundía.
Cogió a su hija , la alzó y le suplicó que le perdonara por no preguntar, por no comprender, por no saber escuchar.
Dicen que aquel hombre guardó para siempre la caja y el envoltorio bajo su cama y que cada vez que se sentía triste, desanimado o agobiado por las dificultades de la vida cogía de la caja un de los besos que su hija le había regalado y recordaba el amor con el que la niña los había guardado allí … Esto lo ayudaba a recuperar la consciencia y diferenciar lo que era verdaderamente importante de lo que sólo eran tonterías.
Fuente: Cuentos de Jorge Bucay
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