Esta es la historia de Pipo y Pop, dos amigos cuya mayor ilusión era llegar a ser grandes actores de fama mundial. En secreto, los dos se imaginaban poniendo sus huellas en el Paseo de las Estrellas de Hollywood. Se veían recibiendo un "Oscar al Mejor Actor" y siendo aclamados por el público. Incluso algunas veces, cuando en el recreo les daba el sol en la cara, imaginaban que eran las cámaras de fotos de sus fans las que cegaban sus ojos.
Lo cierto es que Pop tenía un don especial para el teatro. Le gustaba actuar y en el colegio siempre le elegían para representar los papeles principales de todas las obras. Era un chico muy popular. Todos le alababan y le decían lo bueno que era. Pop se tomaba muy en serio su afición y ponía todo su corazón en cada obra.
Por su parte, Pipo también era bastante buen actor, aunque quizás no tanto como Pop. Pipo sabía que aún tenía mucho que aprender. Solía fijarse en cómo su actor favorito era capaz de expresar los sentimientos del personaje al que representaba. Veía todas sus películas una y otra vez, descubriendo nuevos detalles de los que podría aprender. Y en el colegio, no dudaba en preguntar a su profesor de teatro cómo mejorar su oratoria o su capacidad de improvisar. Pipo era muy trabajador y constante.
Un día llegó al colegio un niño nuevo. Al parecer, el niño ya había hecho varios anuncios en televisión e incluso había participado con un pequeño papel en una obra de teatro que se había representado a nivel nacional. Por supuesto, nada más llegar, todas las miradas se centraron en él. Era la nueva estrella del momento. Hizo las pruebas para entrar en el grupo de teatro del colegio y, como no podía ser de otra manera, no sólo le admitieron sino que le ofrecieron el papel protagonista de la nueva obra que se representaría a final de curso.
Pop estaba desolado. Siempre había sido él el protagonista y ahora...Los primeros días intentó demostrar a su profesor lo bueno que era, poniendo todo su empeño durante los ensayos. Se esforzaba mucho, ponía toda su energía, pero el niño nuevo era mejor que él, o al menos eso decía el profesor. Definitivamente, le había cogido manía. Ya sólo quedaba esperar que un resfriado impidiera al nuevo participar en la obra el día del estreno.
Pipo, al que como en otras ocasiones le habían dado un papel secundario en la obra, se fijó en cómo el niño nuevo era capaz de modular su voz y en cómo se movía por el escenario. Pipo se propuso mejorar, tomando como modelo al niño nuevo. ¡Qué suerte poder contar con él! Tener tan cerca a un buen actor como él era una gran oportunidad. Pipo se fue fijando en cosas muy concretas que podía mejorar de cara al día de la función y pidió ayuda a su profesor para que le enseñara cómo hacerlo.
Poco a poco, Pipo fue cogiendo confianza. Sabía qué cosas hacía bien y estaba trabajando en aquellas que aún podía mejorar. Sentía que cada día se iba convirtiendo en un mejor actor.
El día del estreno el niño nuevo estaba perfectamente sano e hizo una representación brillante. El que dijo no sentirse bien fue Pop, al que empezó a dolerle la barriga y no pudo salir a escena. ¡Menos mal que pudieron sustituirle en el último minuto!
Pipo tuvo una actuación espectacular. Todos comentaron lo mucho que había avanzado durante el curso y lo bien que lo había hecho.
En los años siguientes, Pipo continuó su desarrollo como actor fijándose objetivos personales de mejora y trabajando sobre ellos. No sabía si algún día llegaría a ser un actor famoso pero disfrutaba actuando y se había propuesto hacer todo lo que estuviera en su mano para lograrlo.
Pop, sin embargo, dejó el grupo de teatro. En realidad era una pérdida de tiempo. Con lo que él se había esforzado y al final ser protagonista sólo dependía de la decisión de un profesor que le había cogido manía. Era frustrante. Al final, pensó Pop, eso de ser actor famoso tan sólo era una tontería, un sueño infantil.
¿Con cual de los dos niños te identificas en la conquista de tus sueños?
(Fuente: www.pon1coachentuvida.es)
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