miércoles, 3 de julio de 2013

El elogio es un buen instrumento educativo


Muchos padres se preguntan si los castigos son efectivos o si alabar continuamente los logros de los niños no les convierte en personas pagadas de sí mismas. 

El elogio que sirve para educar es, ante todo, sincero
El elogio es la mejor herramienta educativa. Hablamos de elogios oportunos, adecuados, a tiempo, bien dosificados y administrados... Pero, además, sinceros, es decir, “sentidos” por quien los dice.
Los comportamientos que reciben atención, que encuentran un eco, tienden a aumentar, mientras que los que se encuentran con el vacío y el silencio como respuesta tienden a desaparecer.
Cuando elogiamos a nuestros hijos no solo les ayudamos a sentirse mejor y a desarrollar su autoestima, sino que estamos desarrollando sus cualidades y sus aspectos positivos.
Pero, ¿no ocurrirá que los elogios conviertan a los niños en pequeños monstruos vanidosos? La respuesta es que no, siempre que se apliquen con oportunidad y medida, dentro de un estilo educativo equilibrado, en el que también estén presentes las normas, los límites, la consideración y el respeto a los demás. Una autoestima sólida, no “inflada”, basada en la aceptación de sí mismo es más bien una vacuna contra la soberbia.
Pero cuidado. Lo que da valor al elogio es el amor y la buena intención. No se trata de manipular al niño haciéndole la pelota. Si con el elogio tratamos de insuflarle unas aspiraciones que le rebasan o unas exigencias desproporcionadas, estaremos precisamente atentando contra una sana autoestima. O si es una fría estrategia manipuladora, entonces el elogio es una especie de veneno despersonalizador.
Para que un elogio sea eficaz debe:

- Ser sincero y espontáneo (no artificioso ni utilizado para manipular y chantajear).

- Su intensidad y forma han de ser acordes con el logro o el buen comportamiento que elogiamos (es decir, no superficial ni exagerado).

- Describir el comportamiento que se elogia, porque eso multiplica su eficacia: “Qué agradable has sido toda la tarde con tu hermano, jugando con él”, en lugar de simplemente “qué bien te has portado”

- Dosificar: ni demasiados ni demasiado pocos.




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